Y luego queda, ¡cómo no!.. y muy importante, el conocimiento
que se tenga del idioma y cómo se haga uso de él. No es lo mismo tener una
herramienta, que saber usarla. Y, tampoco es igual saber usarla que sacarle
todo el partido… o usarla incorrectamente…
En este asunto, nuestro idioma
castellano no se ha dignado ponérnoslo nada fácil y ha tenido la genialidad de
darnos miles de palabras sinónimas y otras tantas más polisémicas, todas ellas
enriquecidas con sus pequeños y sutiles matices, para que pudiéramos, a gusto
del consumidor, componer cada uno nuestro propio gazpacho lingüístico. Con lo
cual…la polémica está servida y a la carta.
Porque claro, un pueblo tan
temperamental como es el nuestro, tan orgulloso y tan dado a la chanza… maneja
con bastante soltura y habilidad el tema de los matices y las sutilezas, y por
supuesto los utiliza a diario, enriqueciendo más si cabe, nuestra querida
lengua, o complicándola para aquellos que no tenemos tanta verborrea. Y, en
estas circunstancias, no es extraño que algunas
veces oigamos: “cuando dije lo que dije, no dije lo que dices que dije si no
que, dije lo que dije”.
Así, podemos encontrarnos
situaciones comprometidas sin habérnoslas buscado, si por un casual quien nos
escucha es alguien buen conocedor del idioma y susceptible a él. No puedo ni
imaginarme qué hubieran hecho los clientes de un restaurante, en pleno centro
de Madrid, si hubieran escuchado a su propietario decirle a un amigo que todos
sus clientes eran “personas muy simples que comen aquí a diario”.
Yo, que estaba a la barra del bar, tomando un vermut y medio leyendo el
periódico, interrumpí mi poco atractiva lectura, para contemplar al imbécil que
acababa de insultar a toda su clientela, incluyéndome a mí, claro está, en un
paleto alarde cultural.
El muy culto y honorable
restaurador quiso decir que en su restaurante comían, habitualmente, personas
que viven de su salario, empleados (no jefes) de los servicios y negocios del
entorno; personas “SENCILLAS” que no se dan el pote y que tratan a los demás
con la corrección debida y de igual a igual. Sin embargo, lo que en realidad dijo fue que, todos sus
clientes “éramos tontos”, perdón “muy tontos” o “de corto entendimiento” que no
sé si es mejor.
Como habréis podido daros cuenta,
“pegué un poco más la oreja” y enseguida capte que aquel buen hombre no nos
estaba insultando sino, echándonos unas florecitas… aunque, vistas así…valía
más que las hubiese dejado donde estaba…
Y no es el único caso que he oído
de confusión entre las palabras “simple” y “sencillo”. Algunos otros se podrían
enmarcar: “Este vestido tan sencillo es para aquella señora. Es que, es una
señora muy simple”… Que se lo oí a una dependienta de una tienda de novias.
Tuvo suerte la empleada de que “la señora” no la oyera. Bueno, ¡quién sabe!...
a lo mejor la señora en cuestión realmente era tonta de remate…y la
trabajadora, al modo de Quevedo, lo hizo a propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario