sábado, 12 de diciembre de 2020

AQUELLOS OTROS


Hay personas de dos tipos: los guapos, esos seres tan perfectos, con esa armonía de formas y dimensiones que semejan ángeles sexuados. Y los feos, esa gran mayoría con un espectacular dimorfismo: sus cuerpos, rostros… se salen o no llegan de los cánones establecidos para pertenecer a la clase de “AQUELLOS OTROS”.

A mí, me ha caído la “suerte” de pertenecer a este segundo grupo ¿o acaso os pensabais que el hecho de no tener una foto en el facebook respondía a otra cosa? Dios, o la naturaleza, tuvieron a bien concederme todas las cualidades necesarias para ser el prototipo representante de esta gran masa de seres humanos llamados feos.  Así, yo diría que soy el “anti-modelo” de “aquellos otros”. 

A primera vista me asemejo más a un tapón de botella de champán invertido, ancha de hombros, con cintura caída y  estrecha que da paso a un descomunal trasero, que al perfecto y fino tapón de botella de vino. Me falta longitud de piernas o me sobra cuerpo para tener un poco de armonía. Mis dos grandes y hermosos ojos negros no han sido obsequiados con un buen marco y se pierden en la profundidad de una inmensa nariz que sobresale en el perfil alargado y estrecho. El pelo, abundante, liso y negro, a juego con los ojos, no vuela libre al viento anunciando el último champú de moda, sino que se adhiere a los costados para ocultar unas orejas… pequeñas pero, con intenciones aéreas. Eso sí, muevo con mucha gracia y soltura mi descompensada humanidad. 

Y qué le vamos a hacer, este es el traje que me ha tocado vestir. Porque, ¡por supuesto!, soy de las que piensa, aunque sólo sea para consolarme, en esa máxima que tanto ha contribuido Disney a popularizar con la Bella y la Bestia, de que la belleza está en el interior, y que esto que se ve, no es más que un casual caparazón. Pero claro, hay que esperar a que el cascarón se rompa, se caiga… y eso, obviamente, puede o no puede suceder. Y mientras tanto ¿Qué? ¿Vamos, los feos, a quedarnos quietecitos y encerrados en nuestras feas envolturas? Yo por lo menos ¡no! Hago todo lo posible para que esa belleza interior salga cuanto antes de su ridículo envase.

Porque, no nos engañemos, a todos nos hubiera gustado haber nacido guapos. Los guapos además de alegrar la vista y atraer las miradas lo tienen todo más fácil. Nadie somos capaces de escapar a su influjo. La belleza capta naturalmente nuestra atención. Nuestros ojos están hechos para el disfrute y buscan espontáneamente aquellas imágenes que les hagan gozar: un cuadro, un paisaje, una buena fotografía… una persona. Cuando algo nos gusta lo buscamos con la mirada y hasta queremos tocarlo, aunque, casi siempre está prohibido. 

Los feos, tenemos que esforzarnos más para ser vistos. No nace natural ni espontáneo mirar algo feo. Tenemos que hacer tonterías, disfrazarnos… para que otro feo o “aquellos otros” nos vean. Verte y luego que te presten atención… ¡eso ya son palabras mayores!… requiere tiempo, dedicación y esfuerzo por parte de los OTROS. Pero, están tan acostumbrados a recibirlo todo por su cara bonita… que se piensan que es lo normal y que a todo el mundo les ocurre.

Pues, ¿no te ha pasado que en el turno de presentaciones y saludos te han saltado o que tu mano se queda eternamente extendida, sin que se choque nunca contra otra? O peor aún ¿no has adelantado la cara para dar o recibir un beso de saludo o despedida y… te has quedado ahí... sin otra opción que la de retirarte con disimulo rogando que nadie se hubiera dado cuenta? Esto, a una persona  guapa, nunca le pasaría.

Si vamos por la calle, es más de lo mismo, los feos pasamos totalmente inadvertidos. Los que tenemos la autoestima alta, nos decimos y decimos a los que nos acompañan: “va, es que iba despistado” ¡¡¡No te engañes!!! ¡ES QUE NO HA QUERIDO VERTE porque eres feo! Y los que no la tenemos tan alta, dejamos, incluso, de saludar, de tantas veces como nuestra mano se ha quedado en el aire cazando mariposas. Preferimos esperar… ¡a ver qué pasa! para ahorrarnos el bochorno. 

Los feos tenemos muchos espacios vedados o si no, decidme ¿Cuántos actores, cantantes, modelos, aparte de Rosi de Palma y Pedro Guerra, conocéis que sean feos? Y eso, porque estamos en España…

Podría seguir y seguir contando ejemplos, incluso constituir una asociación para defender nuestros derechos y como está muy de moda, pedir que no se hagan chistes de feos para no sentirnos discriminados y de paso solicitar ayudas que compensen nuestra diferencia.

Un saludo y a reír.


sábado, 17 de octubre de 2020

...YA LO HAGO YO

Todos soñamos con el fin de semana para descansar, desconectar de las labores cotidianas y dedicarnos a otras actividades, a ser posible, que no tengan nada que ver con lo que hacemos a diario: ni aspirador, ni trapo del polvo, ni fregona. Y, si es posible ni cocina. 

Mi marido también desconecta de su actividad diaria incluso espacialmente: los días de diario está allí, y los fines de semana está aquí. ¡Se queda en casa! Curiosamente a mí no me pasa lo mismo: los días de diario estoy aquí y, los fines de semana también estoy aquí. ¿Haciendo qué? Los días de diario TODAS las tareas de la casa y los fines de semana, si me descuido… también. 

Pero, vayamos a los que me ocupa hoy. 

Mi marido, para los fines de semana, además de un espacio diferente, dispone de cantidad de actividades alternativas: ver las carreras de motos, las carreras de coches, el futbol, baloncesto… y hacer chapucillas... ¡Ay, chapucillas! ¿Qué pasa cuando mi marido está en casa y su otra actividad es ejercer de chapucillas?  Que desconecta de su trabajo, sí, pero… ¡sigue siendo jefe! Todo el mundo debe de estar a su disposición…

Ayer decidió dedicarse a la electricidad y comenzó la mañana presentándole batalla al enchufe de la cocina. Se colocó frente a él, observó la avería y… - “¡Ana! ¿Puedes cortar un momento la corriente?”. Ana, es decir yo, deja lo que tenía entre manos, se va hasta el contador, desconecta el interruptor y regresa de nuevo a sus tareas. Dos segundos después: “¡Ana, puedes traerme el destornillador de línea pequeño!”. Ana vuelve a dejar sus tareas va a al armario de la terraza, coge el destornillador, se lo lleva y vuelve otra vez a sus quehaceres. No he conseguido ni siquiera colocar la sábana en la cama cuando nuevamente vuelvo a oír: “¡Ana!, ¿me puedes traer la cinta aislante?”.  ¡Calma! me digo y, sin decir palabra, con una sonrisa en los labios, vuelvo a la terraza y esta vez le llevo la caja de herramientas ENTERA para que él se pueda servir a gusto.  “¡A ver si así ya me deja en paz y puedo hacer algo!” Pienso para mis adentros.

Regresando a mis quehaceres, sonreí cínicamente por lo bajito por la idea tan estupenda que había tenido e ingenuamente creí haberle dado una lección cuando… “¡Ana! ¿Puedes venir un momentín?”... En cuanto oí otra vez mi nombre con muy mal “jerolé” en un gesto de rabia e impotencia… tiré lo que tenía en la mano… ¿y ahora qué querrá?! Me digo bajito ¡Calma, Ana, calma! – “¿Te importaría sujetar aquí mientras yo atornillo esto? Y, ya que has venido (¡porque tú me has llamado!) ¿me puedes acercar la tijera que la he dejado sobre el radiador?” Viendo que aquello estaba prácticamente terminado, hice un ejercicio de retención de emociones negativas: sujeté la carcasa del enchufe, le acerqué la tijera y además…  conseguí articular un “¡qué bien te ha quedado cariño!” 

Los dos sonreímos y los dos estábamos muuuy felices de haber acabado. Pero... ¡Ay Dios mío! Se sintió, tan satisfecho y animado en su personaje de “chapucillas dominguero” que, mira tú, ¡¡¡le apetecía seguir!!!  - “Ana, ¿dónde están esas lámparas que habías comprado para la habitación?” Mi mente viajó rauda hacia un inmediato tiempo futuro y visualizó el taladro, las brocas, los tacos, …y grité ¡¡¡NOOOOO!!!  Me vi toda la mañana ejerciendo de chico de los recados, sin poderme dedicar a otra cosa.  ¿Fin de semana…? ¿para qué y para quién? 

Con mucha calma, filosofía y mano izquierda le dije: Déjalo cariño, que hoy ya has hecho mucho. Siéntate en el sofá a ver las motos y tómate una cervecita que, ESO …  ya lo hago yo. 

(Con cariño a mi suegra que inspiró esta historia)


viernes, 1 de mayo de 2020

No somos lo mismo

No recuerdo qué ha sido lo que ha hecho que mientras fregaba los platos me viniera a la cabeza un pequeño intercambio de opinión que tuve hace tiempo con una amiga sobre “el día de la mujer trabajadora”. Y pensaba yo, entre cacerolas y platos sucios que, a lo largo de la historia, amplia y compleja, de la que yo apenas conozco una milésima parte, siempre ha habido grupos humanos que se han apropiado de símbolos que, en realidad,  no les pertenecían: los cristianos se quedaron con la cruz latina, los nazis con la esvástica, los de derechas con la bandera española,  los gays y lesbianas con el arcoíris y… las mujeres autónomas y asalariadas con la expresión “mujeres trabajadoras”. 

Este era el “quiz” de la cuestión. El día “D”, del que desconozco su origen, vaya por delante mi ignorancia, salen a la calle a celebrar TODAS las mujeres (confieso secretamente que yo nunca he salido). Mi amiga, miembro de una asociación de mujeres “trabajadora autónomas y asalariadas”, manifestaba el malestar de su asociación por el “totum revolutum” que había en la calle ese día. “No somos lo mismo” decían. ¡Por supuesto! Siempre hubo clases. Y, desde su grupo, buscaban hacer “algo” que las distinguiese de entre la marabunta. 

Claro que no somos lo mismo, el resto somos mujeres trabajadoras en paro, amas de casa, trabajadoras sin ninguna retribución, mujeres solas que crían a sus hijos como pueden, mujeres con míseras pensiones de viudedad que trabajan en negro para llegar a fin de mes… y un largo etcétera de falta de reconocimiento y valoración. Me alegra que algunas hayan salido de esta sombra, en la que permanecemos el resto, y sean reconocidas a nivel social. Y supongo que, de esto se trata eso de la igualdad de géneros: de que todas vayamos saliendo de la oscuridad independientemente de que percibamos o no un salario. Reconocimiento, respeto, valoración… Pero, si en cuanto unas afloran buscan inmediatamente distinguirse y diferenciarse de “la chusma” ¿qué clase de solidaridad existe entre las mujeres?

Ni siquiera es una cuestión de semántica, pero, jugamos con ella y repetimos estereotipos: la mujer sólo es trabajadora si sale del hogar, entra en el mercado laboral… y percibe un salario…Triste ¿no?
La mujer siempre es trabajadora: la casa, los hijos, la familia extensa, el empleo… y lo seguirá siendo incluso después, cuando su edad diga que es tiempo de descansar, de jubilarse… ¡Que ahora la economía, la percepción de un salario nos haga sentirnos en el derecho de apropiación de este “adjetivo calificativo” y convertirlo en lo contrario, “descalificativo”, para diferenciar, separar… me apena! Y, sobre todo, me apena porque, aunque ahora queramos distinguirnos para manifestar nuestra individualidad… esto es y ha sido siempre una lucha colectiva. Las mujeres independientes económicamente hoy, deben su autonomía a la lucha de otras, que buscaron en la unión la fuerza para salir.

Y confieso que no soy muy dada a celebraciones de ningún tipo de días “D”, todos me parecen, al final, discriminatorios para “alguien” pero, imagino que, quien quiso dar nombre y notoriedad a este, no pretendía generar discriminación. Y, ahora que lo pienso, nos hubiera bastado con un simple “día de la mujer” limpio, orondo, sin adjetivos que dieran lugar a derechos de representación y confusiones. O, por el contrario, crear un sinfín de días “D”: De la mujer asalariada, de la mujer autónoma, de la mujer parada, de la mujer ama de casa, de la mujer empobrecida, de la mujer discriminada, de la mujer explotada…

Soy Ana Casado. Soy ama de casa y soy una mujer muy trabajadora.



Aclaración: Casi la totalidad de las imágenes que aparecen en este blog proceden de Pixabay.

jueves, 23 de abril de 2020

...a una mujer como ésta

El oído… ¡qué gran sentido! Aporta una ingente cantidad de información y a veces ni nos percatamos o… ¡quizás es que no nos queremos percatar! Hoy, centro mi atención en ese “parece que no oigo, pero sí oigo”. No estoy escuchando, pero, la onda llega, estimula los receptores, hace saltar las alarmas y… ¡mensaje recibido!

Pues bien, así nos encontrábamos una noche cualquiera, después de cenar, sentados en el sofá, mientras esperábamos la hora de comienzo de la serie semanal. Cada uno estábamos a lo nuestro: a la lectura uno y el fisgoneo en facebook el otro. De fondo, la verborrea incansable del televisor. Eso sí, a un volumen bajito para que no distrajera nuestros quehaceres. 

¡De repente lo oí! Entró aporreando mis orejas, hiriendo el tímpano y clavándose en mi cerebro como si de un gran sopapo se hubiera tratado. No importó que el televisor tuviera poco volumen ni que la lectura fuera grata y acaparara toda mi atención. Aquella frase, que pretendía ser galante, era una montaña de piedras arrojadas al conjunto de las mujeres. ¡o quizás no de todas!

A un veterano y prestigioso presentador de televisión, de los que se encuentran en la palestra  y se jactan de modernos y respetuosos, se le escapó esta… no sé si llamarlo pildorita o esputo. El susodicho, a la vista de una hermosa y joven “señorita” que esperaba a su acompañante, tuvo a bien decirle a éste, como quien no dice nada, la frasecita siguiente: “¡Vamos hombre! ¡que no se puede hacer esperar a UNA MUJER COMO ESTA!”. 

Brindo por ella que realmente era preciosa e iba arreglada con una sencillez exquisita. Mirarla, era un placer para la vista. A mí también me llamó la atención. Lo confieso: Soy una “voieur”. Me gusta mirar y contemplar la belleza provenga de donde provenga.

Pero, volvamos a la frasecita porque, su contenido no tiene desperdicio y…, ahora que lo pienso, quizás, “lo mío” no era tanto un exceso de puntualidad… -a fin de cuentas, la puntualidad es eso, llegar a la hora justa: ni antes, ni después- … y es que, siempre me tocaba esperar a mis acompañantes… Claro, si yo hubiera sido “UNA MUJER COMO ESA”… Esto, según el presentador, explicaría aquella ingente cantidad de minutos que pasé esperando… Y me imagino que, lo mismo le habrá ocurrido a muchas mujeres, que como yo, no llegan a dar la talla del 90-60-90. No cumplir con el canon de belleza establecido tiene estas… penalizaciones.

Sí, un aproximado ochenta por ciento de la mitad de la humanidad, entre el que me incluyo, podemos sentarnos tranquilamente y tomarnos una, dos o tres cervezas mientras esperamos a que llegue nuestra cita… y cogernos una buena borrachera. Podemos morirnos de asco contemplando el reloj y oteando el horizonte porque, por el mero hecho de ser como somos físicamente, no tenemos la dignidad ni el caché suficiente como para que un varón nos respete “hasta el punto” de llegar a tiempo a su cita.

¡O, a lo mejor, me estoy equivocando y resulta que los dos televisivos varones, que hasta aquí me han traído, ya conocían en “profundidad” a la “dama” siendo muy conscientes de la cantidad de cualidades valiosas que ésta ocultaba detrás de su sorprendente belleza...!

De todas formas, ¿No hubiera sido mucho más elegante y menos nocivo haber dicho: “No es correcto hacer esperar a una persona”?... La educación no sabe de géneros y engrandece a todos.

Volviendo a lo que me traía aquí esta mañana, mi oído selectivo, como si de una alarma ancestral se tratase, abrió todos los canales de comunicación para advertir del peligro que, aquellas “inocentes” palabritas, llevaban adheridas y me sacó de la lectura al tiempo que gritaba: ¡Pero tú has oído lo que ha dicho ese imbécil!

domingo, 12 de abril de 2020

Sobre ahorros y tarima flotante


Pero, ¡cómo nos han engañado!

Poquito a poquito, fueron conquistando, con el pago de “los réditos” de la cuenta corriente, nuestra codicia primero y nuestro dinero, después. Todos consultábamos, los intereses producidos a final de año, gozosos. Ahorrar tenía un buen aliciente pecuniario a parte de la satisfacción.

Después, como a niños chicos, nos quitaron el tan rico caramelo y nos dieron una suave gominola disfrazada con un enorme lazo: aquellas famosas campañas de entrega de regalos directos con imposición de una cantidad determinada, encaminadas, a sacarnos los ahorrillos que escondíamos, ¡por si acaso!, debajo de la baldosa.

Y caímos, perdonen la expresión señores asiáticos, como chinos. Fruto del ansia de tener y aparentar, acudimos en tropel, con nuestros dineritos escondidos en la faltriquera, para intercambiarlos por aquellas gominolas. ¡Quién no recuerda ver salir desfilando de los bancos a  tantos  pequeños ahorradores con sus enormes cajas de regalos: Mantas, albornoces, cuberterías, maletas…! Ni nos dimos cuenta del cambiazo. ¡Todo era dulce al paladar! Cuando se aseguraron de que, debajo de las baldosas, no quedaba nada… nos retiraron el azúcar y, a partir de aquí, comenzaron a decirnos que, si queríamos dar “unas chupaditas” a nuestras piruletas, teníamos que esforzarnos en ahorrar más dinero y conseguir puntos…

No fuimos capaces de ver tampoco que, tras aquella servicialidad viperina: “no hace falta que venga usted todos los meses, si usted domicilia su nómina, además de unos caramelillos ganará en comodidad…” Ese día les dimos algo más que dinero: el fruto de nuestro trabajo y ese placer sin igual de abrir “el sobre” a fin de mes.

 Y tras ésta, vinieron, un sinfín de domiciliaciones, “para nuestro descanso”… ¡y para nuestra perdición! Fuimos delegando responsabilidades en aquellos parásitos fagocitadores y hoy… tenemos que pagar por nuestro dinero. Ellos se lo guisaron, ellos se lo comieron y nosotros pusimos la materia prima a cambio de… unas migajas que rápido dejaron de existir.

¿Os acordáis de los “sloganes” que utilizaban para captar nuestra atención y adueñarse de nuestro dinero? Todos hacían hincapié es su labor altruista “al servicio del ciudadano”. ¿Del ciudadano? ¡De vuestros intereses capitalistas! ¡Pero qué necios hemos sido! Alienación del trabajo… y ahora alienación del salario¡

Antaño, las puertas del banco se te abrían y eras bienvenido a cualquier hora. Tus asuntos parecían interesarles y, procuraban buscar soluciones a tu problema desde la misma oficina. Ahora, sólo puedes hacer tus gestiones los martes entre diez y once y media (día y hora depende de cada banco), tienes que pedir cita para ser atendido o coger un número. Te atienden con bastante indiferencia y desdén (¡un pobrezuco que se cree inversor!), se te limita la cantidad a sacar, aunque tu cuenta diga que tienes suficientes fondos, o te obligan a solicitarlo con anticipación. Si la cantidad que necesitas es demasiado pequeña… ¡no te molestes en entrar, tienes que hacerlo desde el cajero!  Y lo que es más gracioso, en la era de la tecnología en la que todo está interconectado, en una oficina del color rojo, no puedes hacer una gestión de otra de ese mismo color y, te obligan a trasladarte a aquella de origen que ahora te queda… lejos de tu domicilio. Ya no os cuento con lo de las comisiones… “¿pero, cómo..? ¿te tengo que pagar por dejarte mi dinero? ¿y una comisión por mantenimiento de qué? ¿y otra por hacer un donativo? ¡Aaaah! ¡sin más palabras!

¡Perdónenme ustedes! Yo no sé de economía más allá de la calderilla que maneja un ama de casa pero, a mí, todo esto, me suena a “chufla”. Se están riendo  y aprovechando de nosotros. Hemos generado tal dependencia de los bancos que nos tienen a todos cogidos por… “los perandones” y lo triste es que ya, no podemos prescindir de ellos porque “PARA TODO” se necesita tener una cuenta bancaria. Hoy en día es más importante que el DNI. ¡Qué bien han jugado “arriba” sus cartas estos parásitos!

Y lo peor es que, con la tarima flotante ya no quedan baldosas en las viviendas donde poder volver a esconder nuestros ahorritos.

sábado, 4 de abril de 2020

¡Eso me parecía a mí!


Nadie por la calle a las ocho de la mañana y, de repente, te cruzas con otro madrugador y, al llegar a tu altura, te suelta: “Pero, ¿lo tienes claro o no lo tienes claro?”.  ¡Perdón! ¿Cómo dice? ¡Aaaah que no está hablando conmigo! ¡Perdón, perdón! Y te devuelven una mirada reprobadora como diciendo: ¡Tú de que vas! No ves que voy hablando por mi “Iphone 10”.  Y, efectivamente, descubres que de su oreja cuelga un cablecito… Pasé tanta vergüenza que, he decidido no volver a responder ni siquiera cuando oigo mi nombre. Vete tú a saber…Hay tantas “Anas” en el mundo…

Sí, esta y otra son las cosas que tiene la telefonía móvil.

Las personas vamos hablando por la calle creyendo que tenemos una conversación privada y lejos de ser eso, lo que hacemos es incomodar y media humanidad se pone al corriente de nuestros asuntos.

El otro día escuché una conversación…Ya sé que, una debe de ser respetuosa y no prestar oído a conversaciones ajenas, “no pegar la hebra” que se decía en mi tiempo. Pero, ese día, aunque pasaba ligera por la zona comercial, para no dejarme arrastrar por las rebajas… si el sonido de su teléfono no había sido suficiente llamativo y escandaloso, la respuesta y el saludo a la llamada me frenó en seco: “- ¡Hola chocho!”.  Busqué impactada y rauda a la persona que lo había dicho, pensando que podría haberse equivocado, y le seguí disimuladamente para verificar mi error. ¡Pues no! No había sido un error. Siguió su conversación como si tal cosa a voz en grito: “Chocho” para acá, “Chocho” para allá, como tú digas “Chocho”, vale “Chocho”, hasta pronto “Chocho”, yo también te quiero “Chocho”… Se me puso una cara  de emoticono ¡sí!, los ojos desorbitados y la boca desencajada. ¿Qué nombre admite como diminutivo o apelativo cariñoso “chocho? ¿Será que ha cambiado el significado de esa palabra y no me haya enterado…? ¡Qué me estaré perdiendo! 

Estaba deseando llegar a casa para consultar el diccionario. Y llegué. Y miré. Cómo adjetivo hubiéramos librado. No está mal estar o ponerse “chocho”. Eso indica que estamos contentos, satisfechos con algo, pero, ¡sería un adjetivo! Y, de lo que aquí se trataba, quedó suficientemente claro, era, nada más y nada menos que, de un “sustantivo”. Y como sustantivo… ¡Mire usted!  el asunto ya toma otros matices menos melosos. Vamos, que a alguien le llamen “altramuz”, esas cositas circulares y amarillas que se venden en los puestos de encurtidos de las ferias… ya sería rarito de salero. Nombres más feos y extraños he oído, y darle ese apelativo cariñosamente con ese significado de una legumbre a una persona…pues qué le vamos a hacer, sería aceptable. ¡Para gustos se han hecho los colores! Pero, tengo la ligera sospecha, más que fundada, que aquí el tema nada tiene que ver con la leguminosa esa. Seguro que a vosotros como a mí, la mente se os haya ido, como la velocidad del rayo, a lo que todos estábamos pensando hace rato.

¡Qué se puede decir! Verdaderamente había escuchado llamar cariñosamente a la pareja de muchas maneras: “cari”, que vale para los dos; “papá y mamá” por aquello de los hijos, o con el diminutivo con ese aire latino “papi y mami”, a veces incluso “corazón” o “amor” para aquellos más románticos…pero ¡¡¡¡CHOCHO!!!!

Hoy, antes de terminar estas líneas he querido hacer un experimento casero. Cuando ha llegado mi marido a casa le he dedicado un afectuosa bienvenida: - ¿Cómo te ha ido hoy “Escrotito mío”? 
Lo mismo he hecho con mis hijos: -¿Qué tal os ha ido en el insti “escrotitos”?
Las reacciones no se hicieron esperar: caras raras, miraditas soslayadas entre ellos...
Y vino la segunda envestida: “Escrotos, ¿podéis ir poniendo la mesa?” 
Fue mi marido el que no se contuvo:
 -“ Pero, ¿se puede saber que te pasa hoy? ¿a qué viene esa palabrita?”
-No , nada, sólo estaba haciendo un experimento  cariñoso y comprobando una cosita…-
 -¡Pues a mí no me hace ninguna gracias!
- ¡ESO ME PARECÍA A MÍ también!

sábado, 21 de marzo de 2020

Me lo callo para mí


Las redes están que arde. Hay, como siempre, de todo, pero ahora en cantidad y a todas horas. Y me refiero a personas. Todo el mundo estamos escarbando, como gallinas en el estiércol, para ver qué descubrimos en el montón de abono, digno de ser trasportado a nuestro pico (teclado) y lanzarlo a la red. Algo que sea lo último, ultimísimo y nos aporte muchos “likes”. Yo también. Nada más que lo veáis, si me estáis leyendo.

Me preocupa sobremanera eso que ahora han dado en llamar “Fake news”. Bulos, mentiras… que, si antes ya eran malas ahora son peores. Todos estamos un poco alterados y este tipo de mensajes no ayudan. Somos capaces de llegar, hasta bien abajo en el montón de basura, y sacar los trapos más viejos para caldear más si cabe el ambiente. ¡POR FAVOR, no publiquemos cosas que no vengan de fuentes fidedignas y que no estén bien contrastadas! Paremos las cadenas. Eso, sí está en nuestras manos. Seamos adultos, seamos serios, seamos responsables.

Por si fuera poco, la ociosidad en masa, libera más las lenguas que las mentes y estamos raudos a la crítica y lentos en la reflexión. Da igual si nuestro comentario destruye una buena y bonita iniciativa, siempre hay “idiotas” que secundarán la crítica con los ojos cerrados, y eso nos llena de satisfacción…que es de lo que se trata, de engordar nuestro ego. Piensa, pensemos antes de lanzar una “inocente preguntita”, “un comentario ingenioso”, ese reenvío fácil, el veloz “tweet”… ¿nuestro gesto aporta algo positivo? El efecto dominó pude ser arrollador. Si lo que tenemos que decir no va a ayudar y/o mejorar la situación… mejor nos lo guardamos. ¡Guárdatelo para ti! Me lo guardo para mí.

Parece que aún seguimos sin entender: Es tiempo de sumar, aunar y, si no podemos o no sabemos, al menos que no restemos. Si no ayudamos a tranquilizar, calmar los ánimos, no favorezcamos la crispación. Que ya hay más que suficiente. No son momentos de andar mirando lo bien que quedamos en la foto y dónde nos colocamos… o salimos todos o no salimos.

A lo mejor al lema “quédate en casa” habría que sumarle otro que dijera “y cállate la boca” porque la ociosidad da para mucho y en estos momentos, si de algo andamos sobrados, es precisamente de ociosidad.

Soy Ana Casado y estoy en casa ociosa como tú. Desde mi humilde observatorio, os invito, te invito a sumar desde la contención.

Un saludo.