jueves, 21 de marzo de 2019

DeTV y de platos sin fegar

Recogemos la mesa de la cena con celeridad y dejamos todos los cacharros metidos en la fregadera, el mantel sin sacudir sobre la mesa… para estar sentados en el sofá, justo a tiempo, de que empiece el capítulo y no perdernos ni un segundo de lo que promete ser la serie del año y… ¡¡¡pero si esto ya lo hemos visto!!! ¡Tanto correr  “pa ná”! ¡Oiga usted que la primaria ya la hemos acabado hace años! ¡…y una primaria de las de antes que te explicaban una vez y… a correr! ¡Había que andar muy listos!

¿Os habéis parado a pensar qué  imagen de los españolitos,  tienen los directores de las serie de televisión? Para mí que se piensan que los televidentes somos necios. Muy necios me atrevería a decir porque, si no, díganme ustedes cómo debemos de entender que, antes de iniciar el nuevo episodio de la serie, o como parte del mismo, van y  nos colocan un resumen de diez minutos de duración del capítulo anterior… ¿Es porque acaso sospechan que sufrimos de algún tipo de amnesia cerebral y en siete días se nos ha escapada el hilo de la trama?

Y aquello empieza y… te quedas así, con cara de… “pasmao”, “¡qué remedio!” volviendo a ver lo ya visto. Resignación….  Cuando por fin va a empezar “lo nuevo”… ¡Zas! ¡¡la publicidad!! El caso es tenernos sentados frente al televisor como sea. ¡¡Qué rabia me da!! Y pienso: “me había dado tiempo a dejar fregados los platos”. Pero claro, te tienes que volver a levantar, ir a la cocina… y al final, consiguen que te tragues la tira de anuncios.

Empieza, ¡ya sí!, ¡por fin, la parte nueva! … interesante, con intriga como la semana anterior, original pero, ¡taaaan lentita!,  rizos innecesarios, historias dentro de la historia que más que enriquecer ralentizan… y comienzo a tener la sensación de que aquello toma un cariz de novela latinoamericana  de sobremesa en la que nada ha ocurrido después de veinte capítulos. Es un quiero y no puedo. Ni es serie, aunque prometía teniendo todas las papeletas,  ni es la novela que descartas por pesada y cansina. Pero aguantas el tirón en el sofá porque, realmente, es lo mejor que se proyecta a estas horas y por que el cuerpo ya no te da para  más.

Diez minutos de serie nueva…  ¡otra vez vamos a publicidad!… Y los cacharros… ¡¡¡en el fregadero!!! …  y sin fregar claro, y en cada intermedio se van haciendo más presentes… otros diez minutos más… y ¡¡llevas ya una hora y media!!… ¡SENTADA!.... Pero, permaneces allí por la curiosidad, el aburrimiento… porque parece que aquello aún no ha terminado y… lo que terminas por ver es… ¡¡¡Un avance del próximo capítulo!!! ¡NO ME LO PUEDO CREER!! Ya te digo yo… ¡como en primaria! Somos televidentes con déficit de neuronas en la memoria y nos lo tienen que dar todo bien masticadito y en pequeñas dosis para que no se nos atragante y vaya haciendo poso.

¡¡¡¡Hora y media solamente para ver veinte minutos de serie nueva!!!!

Finalmente, te han dado, otro día más, las doce de la noche frente a la caja tonta. Sigues igual de aburrida que cuando te sentaste y además ahora cansada, con sueño y… ¡los platos sin fregar! Mientras vas apagando la tele y las luces, camino de la habitación, no puedes por menos de repetirte una vez más: ¡Quién me habrá mandado quedarme a ver esta chorrada! Y te prometes y “requeteprometes” que la próxima semana  no volverás a caer en la tentación.

Ya en la habitación, con los ojos más cerrados que abiertos, observas ese montón de libros sobre la mesilla que, desde el verano pasado no hace más que crecer y crecer… y en tu cabeza se fragua la promesa adormilada, mientras te rascas somnolienta el cogote : Mañññana, ¡sí señor!, mañññana voy a leer.

Pero, la tele tiene ese extraño poder cautivador que los directores de serie, como buenos  profesionales, conocen tan bien: intriga y curiosidad en dosis exactas que nos mantienen pegados a la pantalla como las moscas  a la miel.