viernes, 1 de mayo de 2020

No somos lo mismo

No recuerdo qué ha sido lo que ha hecho que mientras fregaba los platos me viniera a la cabeza un pequeño intercambio de opinión que tuve hace tiempo con una amiga sobre “el día de la mujer trabajadora”. Y pensaba yo, entre cacerolas y platos sucios que, a lo largo de la historia, amplia y compleja, de la que yo apenas conozco una milésima parte, siempre ha habido grupos humanos que se han apropiado de símbolos que, en realidad,  no les pertenecían: los cristianos se quedaron con la cruz latina, los nazis con la esvástica, los de derechas con la bandera española,  los gays y lesbianas con el arcoíris y… las mujeres autónomas y asalariadas con la expresión “mujeres trabajadoras”. 

Este era el “quiz” de la cuestión. El día “D”, del que desconozco su origen, vaya por delante mi ignorancia, salen a la calle a celebrar TODAS las mujeres (confieso secretamente que yo nunca he salido). Mi amiga, miembro de una asociación de mujeres “trabajadora autónomas y asalariadas”, manifestaba el malestar de su asociación por el “totum revolutum” que había en la calle ese día. “No somos lo mismo” decían. ¡Por supuesto! Siempre hubo clases. Y, desde su grupo, buscaban hacer “algo” que las distinguiese de entre la marabunta. 

Claro que no somos lo mismo, el resto somos mujeres trabajadoras en paro, amas de casa, trabajadoras sin ninguna retribución, mujeres solas que crían a sus hijos como pueden, mujeres con míseras pensiones de viudedad que trabajan en negro para llegar a fin de mes… y un largo etcétera de falta de reconocimiento y valoración. Me alegra que algunas hayan salido de esta sombra, en la que permanecemos el resto, y sean reconocidas a nivel social. Y supongo que, de esto se trata eso de la igualdad de géneros: de que todas vayamos saliendo de la oscuridad independientemente de que percibamos o no un salario. Reconocimiento, respeto, valoración… Pero, si en cuanto unas afloran buscan inmediatamente distinguirse y diferenciarse de “la chusma” ¿qué clase de solidaridad existe entre las mujeres?

Ni siquiera es una cuestión de semántica, pero, jugamos con ella y repetimos estereotipos: la mujer sólo es trabajadora si sale del hogar, entra en el mercado laboral… y percibe un salario…Triste ¿no?
La mujer siempre es trabajadora: la casa, los hijos, la familia extensa, el empleo… y lo seguirá siendo incluso después, cuando su edad diga que es tiempo de descansar, de jubilarse… ¡Que ahora la economía, la percepción de un salario nos haga sentirnos en el derecho de apropiación de este “adjetivo calificativo” y convertirlo en lo contrario, “descalificativo”, para diferenciar, separar… me apena! Y, sobre todo, me apena porque, aunque ahora queramos distinguirnos para manifestar nuestra individualidad… esto es y ha sido siempre una lucha colectiva. Las mujeres independientes económicamente hoy, deben su autonomía a la lucha de otras, que buscaron en la unión la fuerza para salir.

Y confieso que no soy muy dada a celebraciones de ningún tipo de días “D”, todos me parecen, al final, discriminatorios para “alguien” pero, imagino que, quien quiso dar nombre y notoriedad a este, no pretendía generar discriminación. Y, ahora que lo pienso, nos hubiera bastado con un simple “día de la mujer” limpio, orondo, sin adjetivos que dieran lugar a derechos de representación y confusiones. O, por el contrario, crear un sinfín de días “D”: De la mujer asalariada, de la mujer autónoma, de la mujer parada, de la mujer ama de casa, de la mujer empobrecida, de la mujer discriminada, de la mujer explotada…

Soy Ana Casado. Soy ama de casa y soy una mujer muy trabajadora.



Aclaración: Casi la totalidad de las imágenes que aparecen en este blog proceden de Pixabay.