¡Pues
mira tú que van a tener razón!
Recientemente
vinieron a visitarme mis sobrinos, les invité a un cafetito, nos sentamos a la
mesa de la cocina e iniciamos una charla desenfadada. En un arranque de
confidencialidad les conté, toda emociona, que me había abierto una cuenta en Facebook.
No sé si fue la emoción pueril, que me embargaba en aquel momento, lo que les
hizo tanta gracia, o la constatación de que
llegaba demasiado tarde. Algo que para mí era tan novedoso, para ellos había
pasado a ser antediluviano. ¡Qué rápido se mueve todo!
Después
de la cariñosa risotada, porque ellos saben, y yo sé, que siempre ando poniendo
resistencias a todo lo nuevo, muy amablemente mi sobrina me dice: “¡Pero tía,
si eso es una red de viejos!”… ¡¡¡UNA RED DE VIEJOS!!!
En
aquel “pero tía si es una red de viejos” yo quise entender que era aún
demasiado joven como para relacionarme con aquellos carcamales que,
supuestamente, frecuentaban esta red y, confieso que me sentí alagada. ¡Que una
persona joven sea capaz de valorarte, sin llevar por delante el número
escandaloso de tus años, y después de escuchar a mis hijos infinidad de veces eso
de, “mamá estás mas trasnochada que un “Pentium ”… aquella exclamación era como
canela para mi olfato y paladar.
Me
explicaron que, ahora, Facebook ya no está de moda. Que lo que más éxito tiene es
“eso de Snapchat” e “Instagram”. ¡Ni idea! Aunque les dejé que hablaran, no presté
demasiada atención. Andaba yo ya...
elucubrando: ¡Otro asunto más!, ¡Con lo que me ha costado entender y hacerme a
esto del Facebook…!. Saltaron enseguida las voces de la resistencia…Yo, de momento…
¡Mejor me quedo con esto! ¡Qué miedo! ¡Algo nuevo!
Lógicamente
me intrigaba más la otra parte más decepcionante: ¿Cómo podía ser que Facebook
fuera algo de viejos? Repasé mi lista de amigos… que por cierto, acabó
enseguida. Y, bueno, como no podía ser de otra manera, mis amigos eran pocos y la
mayoría, era obvio, más o menos de mi edad, salvo un par de excepciones. “¡Lo
ves… viejos!” que dirían mis hijos. Para ellos viejo es todo aquel que supere
los veinticinco… Pero, como treinta personas
no es que se puedan considerar una muestra representativa, decidí
fisgonear un poco por el Facebook de mi marido y… ¡oye tú!…la imagen fue
exactamente la misma.
Me
sentí decepcionada, no porque me viera “perteneciente a…”, que también, pero,
sobre todo, porque, yo pensaba que aquí cohabitábamos todos en un “totum revolutum”
y que, unas y otras generaciones quedábamos difuminadas enriqueciéndonos
mutuamente sin tener en cuentas nuestras edades. Y.., ¡mira tú por dónde! las
generaciones jóvenes que, habían sido, precisamente, las que habían puesto de
moda este espacio, parece como que hubieran estado esperando a que nosotros lo colonizáramos
para, acto seguido, buscarse otro lugar y volver a poner distancia entre padres
e hijos, jóvenes y mayores...
Cuando
tenía quince años, los de mi edad llamábamos mayores a los de veinte y viejos a
los de treinta. Con treinta, mayores eran los de cincuenta y viejos los de
setenta. Ahora con “cincuentaitantos”… ¡dejémoslo estar!
Lo
que sí veo claro es que, para mis hijos no puede ser muy distinto de lo que lo
fue para mí por lo que si para ellos Facebook es ya una antigualla,
lógicamente los que lo frecuentamos, a sus ojos, somos auténticos dinosaurios.