domingo, 16 de septiembre de 2018

¡¡¡Una red de viejos!!!

¡Pues mira tú que van a tener razón!

Recientemente vinieron a visitarme mis sobrinos, les invité a un cafetito, nos sentamos a la mesa de la cocina e iniciamos una charla desenfadada. En un arranque de confidencialidad les conté, toda emociona, que me había abierto una cuenta en Facebook. No sé si fue la emoción pueril, que me embargaba en aquel momento, lo que les hizo tanta gracia, o la constatación de  que llegaba demasiado tarde. Algo que para mí era tan novedoso, para ellos había pasado a ser antediluviano. ¡Qué rápido se mueve todo!

Después de la cariñosa risotada, porque ellos saben, y yo sé, que siempre ando poniendo resistencias a todo lo nuevo, muy amablemente mi sobrina me dice: “¡Pero tía, si eso es una red de viejos!”… ¡¡¡UNA RED DE VIEJOS!!!

En aquel “pero tía si es una red de viejos” yo quise entender que era aún demasiado joven como para relacionarme con aquellos carcamales que, supuestamente, frecuentaban esta red y, confieso que me sentí alagada. ¡Que una persona joven sea capaz de valorarte, sin llevar por delante el número escandaloso de tus años, y después de escuchar a mis hijos infinidad de veces eso de, “mamá estás mas trasnochada que un “Pentium ”… aquella exclamación era como canela para mi olfato y paladar.

Me explicaron que, ahora, Facebook ya no está de moda. Que lo que más éxito tiene es “eso de Snapchat” e “Instagram”. ¡Ni idea!  Aunque les dejé que hablaran, no presté demasiada atención.  Andaba yo ya... elucubrando: ¡Otro asunto más!, ¡Con lo que me ha costado entender y hacerme a esto del Facebook…!. Saltaron enseguida las voces de la resistencia…Yo, de momento… ¡Mejor me quedo con esto! ¡Qué miedo! ¡Algo nuevo!

Lógicamente me intrigaba más la otra parte más decepcionante: ¿Cómo podía ser que Facebook fuera algo de viejos? Repasé mi lista de amigos… que por cierto, acabó enseguida. Y, bueno, como no podía ser de otra manera, mis amigos eran pocos y la mayoría, era obvio, más o menos de mi edad, salvo un par de excepciones. “¡Lo ves… viejos!” que dirían mis hijos. Para ellos viejo es todo aquel que supere los veinticinco… Pero, como treinta personas  no es que se puedan considerar una muestra representativa, decidí fisgonear un poco por el Facebook de mi marido y… ¡oye tú!…la imagen fue exactamente la misma.

Me sentí decepcionada, no porque me viera “perteneciente a…”, que también, pero, sobre todo, porque, yo pensaba que aquí cohabitábamos todos en un “totum revolutum” y que, unas y otras generaciones quedábamos difuminadas enriqueciéndonos mutuamente sin tener en cuentas nuestras edades. Y.., ¡mira tú por dónde! las generaciones jóvenes que, habían sido, precisamente, las que habían puesto de moda este espacio, parece como que hubieran estado esperando a que nosotros lo colonizáramos para, acto seguido, buscarse otro lugar y volver a poner distancia entre padres e hijos, jóvenes y mayores...

Cuando tenía quince años, los de mi edad llamábamos mayores a los de veinte y viejos a los de treinta. Con treinta, mayores eran los de cincuenta y viejos los de setenta. Ahora con “cincuentaitantos”… ¡dejémoslo estar!


Lo que sí veo claro es que, para mis hijos no puede ser muy distinto de lo que lo fue para mí por lo que  si  para ellos Facebook es ya una antigualla, lógicamente los que lo frecuentamos, a sus ojos, somos auténticos dinosaurios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario