¡Para,
para, para! ¿Pero qué me estás diciendo? Eso es sólo un documento escrito más
donde se puede constatar lo viejo y antiguo que es esto del maltrato a la
mujer. Y esta historia o mito o como quieras llamarlo de Eva y la manzana puede
ser interpretado de muchas otras maneras.
Se
me ocurre una por ejemplo:
Pues
allí estaban el soso de Adán y la sosa de Eva paseándose por el jardín del Edén
sin ninguna voluntad ni ninguna otra cosa que hacer que no fuera comer, crecer,
multiplicarse y mirar al sol como dos animalillos más de la creación. Y, “hete
tú aquí” que a Eva, y presta mucha atención que estoy diciendo Eva, como así lo
marca el texto bíblico, y no Adán, se le movió la neurona animal y pensó: “Esto
del árbol de la ciencia del bien y del mal suena interesante”. ¡¡¡PENSÓ!!!
Mientras, Adán correteaba y saltaba jugando entre
los arbustos con unos ratoncillos sin ninguna conciencia. Y, Eva, como no podía
ser menos, dejándose llevar por esa arcaica intuición animal, observaba el
paraíso tan perfecto y aquel apetitoso y llamativo manzano… “¿qué
está pasando aquí?” Se
preguntó. Y aproximándose al frutal
prohibido, ¡¡¡TUVO CURIOSIDAD!!!, tomó en sus manos una jugosa manzana, la
observó, la olisqueó con su olfato animal y el visceral instinto le dijo:” Esto
tiene que ser bueno porque si no, no estaría aquí “.
Adán
continuaba a lo suyo, ajeno a toda reflexión, confiando siempre en que Eva le
avisaría cuando la comida estuviera lista.
Eva
se atrevió a cuestionar ridículos tabús y prohibiciones y… sin darle más
vueltas, dejándose llevar por lo que le decían sus intestinos… ¡¡¡PROBÓ!!! el
dulce fruto prohibido. Su mente apagada de animal domesticado se abrió al
mundo. Y he aquí, que su buen corazón la llevó a compartir con su inconsciente
compañero aquel magnifico descubrimiento.
Accedió
al mundo del saber porque cuestionó lo establecido y se atrevió a ir un poco
más allá.
¡Fue
la mujer la que abrió las puertas al mundo del conocimiento! ¿Qué hizo Adán en
todo esto? ¡Nada! Si todo hubiera dependido de él aún seguiríamos pastando en
el campo.
Eva
dio el primer paso hacia la evolución y ¿cómo se lo ha premiado la humanidad?
Milenios de castigo y vejaciones. ¡No, no, noooo! No cometió ningún error ¿o
quizás si? ¡Claro que lo cometió! Su
error fue adelantarse a su compañero: saborear en primicia el fruto del saber,
ir por delante… y compartirlo. Ella vio
que aquello era bueno y quiso hacer partícipe a su compañero. Adán en vez de
agradecérselo… tuvo miedo. El saber tenía implicaciones y le sobrepasaron. No estaba aún preparado para dar aquel
mordisco.
¡Pobrecito!
¡Jamás he visto personaje más infantil, inmaduro, sin ninguna voluntad ni
criterio! Siempre un bien mandado que ni arriesga ni asume… y deja que otros decidan lo que tiene que
hacer. Sólo un animal más que hace girar la noria en un paraíso eterno de
inconsciencia.
Y el acusica de él, en vez de asumir su
responsabilidad, va y se chiva haciéndose el mártir: ¡Fue la mujer!, ¡Fue la
mujer! ¡Ella me obligó¡ ¡Ella me obligó!...
En
fin, este fue el primer gran pecado: el de envidia, no de desobediencia como
quieren hacernos creer. Cuando Adán se
dio cuenta, cuando tomó conciencia de la grandiosidad de aquel hallazgo… no fue
capaz de soportar no haber sido el artífice de aquella hazaña y se dedicó a
vilipendiar a Eva llegando hasta nuestros días.
Y yo, Ana Casado, de profesión Ama de casa me
pregunto: ¿Les gustaría a muchos hombres ver la historia contada así?