miércoles, 26 de diciembre de 2018

La manzana de Eva

¡Para, para, para! ¿Pero qué me estás diciendo? Eso es sólo un documento escrito más donde se puede constatar lo viejo y antiguo que es esto del maltrato a la mujer. Y esta historia o mito o como quieras llamarlo de Eva y la manzana puede ser interpretado de muchas otras maneras.

Se me ocurre una por ejemplo: 

Pues allí estaban el soso de Adán y la sosa de Eva paseándose por el jardín del Edén sin ninguna voluntad ni ninguna otra cosa que hacer que no fuera comer, crecer, multiplicarse y mirar al sol como dos animalillos más de la creación. Y, “hete tú aquí” que a Eva, y presta mucha atención que estoy diciendo Eva, como así lo marca el texto bíblico, y no Adán, se le movió la neurona animal y pensó: “Esto del árbol de la ciencia del bien y del mal suena interesante”.  ¡¡¡PENSÓ!!!

 Mientras, Adán correteaba y saltaba jugando entre los arbustos con unos ratoncillos sin ninguna conciencia. Y, Eva, como no podía ser menos, dejándose llevar por esa arcaica intuición animal, observaba el paraíso tan perfecto y aquel apetitoso y llamativo manzano… “¿qué está pasando aquí?”  Se preguntó.  Y aproximándose al frutal prohibido, ¡¡¡TUVO CURIOSIDAD!!!, tomó en sus manos una jugosa manzana, la observó, la olisqueó con su olfato animal y el visceral instinto le dijo:” Esto tiene que ser bueno porque si no, no estaría aquí “.

Adán continuaba a lo suyo, ajeno a toda reflexión, confiando siempre en que Eva le avisaría cuando la comida estuviera lista.

Eva se atrevió a cuestionar ridículos tabús y prohibiciones y… sin darle más vueltas, dejándose llevar por lo que le decían sus intestinos… ¡¡¡PROBÓ!!! el dulce fruto prohibido. Su mente apagada de animal domesticado se abrió al mundo. Y he aquí, que su buen corazón la llevó a compartir con su inconsciente compañero aquel magnifico descubrimiento.

Accedió al mundo del saber porque cuestionó lo establecido y se atrevió a ir un poco más allá.
¡Fue la mujer la que abrió las puertas al mundo del conocimiento! ¿Qué hizo Adán en todo esto? ¡Nada! Si todo hubiera dependido de él aún seguiríamos pastando en el campo.

Eva dio el primer paso hacia la evolución y ¿cómo se lo ha premiado la humanidad? Milenios de castigo y vejaciones. ¡No, no, noooo! No cometió ningún error ¿o quizás si?  ¡Claro que lo cometió! Su error fue adelantarse a su compañero: saborear en primicia el fruto del saber, ir por delante…  y compartirlo. Ella vio que aquello era bueno y quiso hacer partícipe a su compañero. Adán en vez de agradecérselo… tuvo miedo. El saber tenía implicaciones y le sobrepasaron.  No estaba aún preparado para dar aquel mordisco.
¡Pobrecito! ¡Jamás he visto personaje más infantil, inmaduro, sin ninguna voluntad ni criterio! Siempre un bien mandado que ni arriesga ni asume…  y deja que otros decidan lo que tiene que hacer. Sólo un animal más que hace girar la noria en un paraíso eterno de inconsciencia.

 Y el acusica de él, en vez de asumir su responsabilidad, va y se chiva haciéndose el mártir: ¡Fue la mujer!, ¡Fue la mujer!  ¡Ella me obligó¡ ¡Ella me obligó!...

En fin, este fue el primer gran pecado: el de envidia, no de desobediencia como quieren hacernos creer.  Cuando Adán se dio cuenta, cuando tomó conciencia de la grandiosidad de aquel hallazgo… no fue capaz de soportar no haber sido el artífice de aquella hazaña y se dedicó a vilipendiar a Eva llegando hasta nuestros días.


 Y yo, Ana Casado, de profesión Ama de casa me pregunto: ¿Les gustaría a muchos hombres ver la historia contada así? 

domingo, 16 de diciembre de 2018

...en ese sentido...

Cada cierto tiempo, ocurre que se pone de moda el uso de alguna expresión, palabra o frase y “en ese sentido” parece que, si no la utilizas un par de veces dentro de la conversación cotidiana, no estás al día. Da igual si viene a cuento o no, si queda bien o no encaja de ninguna de las maneras…hay que decirla: al principio, en el medio o al final…

En ese sentido” vemos como la frasecita sirve lo mismo de relleno durante unos segundos, en el que alguien se ha quedado en blanco, que para aquel que necesita pensar un momento para que su discurso tenga coherencia o, para aquel otro que, en el fondo, sólo quiere darse más importancia de la que en realidad tiene. 

Nos pasamos, “en ese sentido”, como buenos simios, el día entero observando a nuestros congéneres y ambicionando ser, en algún momento, el macho o la hembra alfa. La pose, los gestos, la forma de moverse, las palabras que utiliza… y, “en ese sentido” vamos configurando a todas luces una imagen artificial y efímera que, más que alzarnos a la cima del éxito, nos catapulta a la sima del ridículo.

Vamos tomando trocitos de aquí y de allá: de Fulano he tomado el gesto de la mano, de Citana la sonrisa permanente y de su compañero la literalidad de una frase graciosilla… pero resulta que, “en ese sentido”, lo has querido amalgamar todo en un bloque sin tener el gracejo para removerlo y, de resultas de tu estupidez, te ha salido un exabrupto del que no sabes cómo desprenderte. Lógicamente la educación exige una disculpa y aquí es donde terminas diciendo con toda la razón: No lo he dicho “en ese sentido”.

Últimamente no hago más que oír esta locución “en ese sentido”, bien como coletilla, pausa, encabezamiento o pura tontería. Me da la impresión de que todo el mundo la utiliza y, como dicen los adolescentes “ya me raya”. Me raya y las voy contando cuando escucho a alguien hablar… ¿sabes que la he llegado a contar hasta doce veces dicha por una misma persona en una conversación trivial? Me distrae tanto que “en ese sentido” dejo de escuchar.

Todo el mundo o casi todos tenemos una o varias palabras comodín que inconscientemente repetimos a modo de coletilla. Yo, por ejemplo, tengo tendencia, cuando hablo,  a utilizar en exceso la palabra “digo” y en  casa, mis seres queridos se ríen cuando les suelto una parrafada en la que aparece una veintena de veces. Siempre apostillan el final de mi discurso con un número: “¡siete! ¡Jajaja! ¡Siete veces lo has dicho!” Me muero de rabia cuando me lo hacen pero, ciertamente, es una forma de tomar conciencia y no seguir atormentándoles los oídos.

Cuando una frase, sin  más, se extiende tanto y tan rápido… una se pregunta: ¿Quién habrá sido el famosete que la ha puesto de moda, en qué contexto la habrá dicho y cuántas veces repetido para que haya calado de esta manera en la sociedad de a pie? Lo cierto es que, esta locución, tiene “cierto airecillo intelectual”… cuando se dice es como si lo anteriormente hablado o lo que se va a concluir fuera de una importancia vital y… da empaque a algo que puede ser pura cháchara y palabrería vacía de contenido. Intentad introducirla en una conversación de lo más cotidiana y ya veréis cómo aquello toma otro aire. De todas formas  no sé vosotros, pero yo me pongo a discursear en voz alta tratando, con toda intención, de introducirla en el monólogo y…, “en ese sentido” me siento terriblemente ridícula y absurda… ¡no lo consigo ni para atrás!


Desde que he escrito esta reflexión y mientras esperaba para hacérosla llegar, ha cambiado la moda y ahora se utilizan a diestro y siniestro  los sustantivos ”épico y legendario”. Me han explicado que su origen está en los videojuegos. Pero, encabezando la lista de uso está el adjetivo “POTENTE”: potente es una teoría, potente es un discurso, potente es un ambiente, potente es una música, potente es un plato de comida… Presta atención a ver cuántas veces eres capaz de escucharlo en un día.