domingo, 22 de diciembre de 2019

Una inocente preguntita




Allí estaba yo, en la cocina planchando, porque en mi casa no hay espacio para cuarto de la plancha,  abstraída de toda otra actividad que no fuera dejar impoluta la ropa de mis seres queridos y de fondo… el sempiterno “casette” de Mocedades cuando, sin venir a cuento, mi hijo mayor que, por entonces contaba con siete u ocho años, va y me salta, así a bocajarro: “¡oye mamá!, ¿tú cuando eras pequeña… ya soñabas con ser ama de casa?”.
Una preguntita inocente que sale de la boca que tantos besos te ha dado… ¿¡cómo puede ser que consiga remover todos los cimientos de tu existencia!? ¿pues no fue que de repente vi pasar ante mí todo aquello con lo que siempre había soñado de niña e incluso de no tan niña y al mismo tiempo la descarnada realidad en la que me había convertido?... ¡¡¡Niño por qué no te vas a jugar a las canicas y dejas de… importunar con tus ridículas preguntitas!!!
Supongo que, detrás de aquella pregunta, a su manera, Carlos había estado reflexionando sobre su propio futuro. Importunado, y cansado a su vez por tanto adulto curioso… la preguntita “¿y tú que vas a ser de mayor?” habría terminado por calarle y hacer mella. La realidad puede llegar a ser abrumadora con la cantidad de posibilidades, el deseo de probar y conocer de todo, y generar desorientación… Él, quizás, buscaba tranquilizar el miedo y la inquietud que le generaba tanta variedad, el no saber por dónde, el querer varias cosas… todo propio de la edad. Pero a mí, aquella inocente preguntita, me generó todo un tsunami de sentimientos.
Mis sueños… la mujer que soñé ser un día nada tenían que ver con la que estaba en aquella cocina planchando, en chanclas, con un chándal viejo y raído, sin peinar… Me hubiera dejado caer en una silla y hubiera dado rienda suelta al llanto si Carlos, pacientemente, no hubiera seguido allí, mirándome, en espera de una respuesta. ¡Cómo explicarle…! Obviamente “ser ama de casa” nunca estuvo entre mis opciones y mucho menos entre mis prioridades.
Hubiera podido ser muchas cosas: soñé con bailar de tutú y durante una temporada destrocé sin piedad la puntera de varios pares de zapatos hasta conseguir mantenerme recta y en equilibrio; después decidí que sería flamenca y busqué ritmos taconeando y atronando los oídos de toda la familia; la pubertad y el deseo por el conocimiento del propio cuerpo y el ajeno me llevó a desear ser médico pero eso, duró poco tiempo; después le siguieron la abogacía, la pintura, la escultura, la enseñanza… ¡y tantas otra que fueron cayendo!
Hacer memoria de lo que uno ha ido dejando por la vida y recordarlo como pérdida puede llegar a ser muy doloroso.  La pregunta de Carlos me dejó por un momento al descubierto y, si él no hubiera sido tan tenaz en la espera, posiblemente el impacto me hubiera arrastrado, cuando menos, hacia… un mar de lágrimas. La estampa que mi mente forjó de aquel instante era una buena tierra donde la desesperanza pudiera acampar.
 Pero, allí estaba él, parado frente a mí, como testigo de lo acertado de todas las decisiones tomadas, esperando una respuesta…
No, hijo. Nunca soñé con ser ama de casa. Tuve muchos sueños y unos sustituyeron a otros. Siempre en búsqueda, decidiendo, aprendiendo, cogiendo y dejando… hasta que te soñé a ti y después a tu hermano Miguel. Ahora, mi sueño sois vosotros y seguiré aquí hasta que vosotros encontréis los vuestros.