Esta
mañana, mientras esperaba mi turno en la frutería, volví a escuchar una de esas
conversaciones que me
Fotografía de Wikipwedia. Autor: Certo Xornal |
La
señora, según comentó ella misma, con bastante mal carácter también, le replicó
aludiendo a “su derecho a” llevar a
sus hijos al colegio que quiera… ¡Qué gracia me hace usted señora y, tantos
otros y otras que, enseguida, se atreven a sacar a pasear el listado de derechos,
como único legado de la Constitución y con la sola intención de hacer
prevalecer SU santa voluntad! ¡Pues claro que usted tiene derecho a llevar a
sus hijos al colegio que le dé la gana… y los señores y señoras a los que su
coche, por mal estacionamiento, no dejaba pasar… también tienen “derecho a”… o
¿ acaso se pensaba que este asunto de los derechos se hizo sólo para usted?
Escuché
en silencio, la larga perorata de la señora y el asentimiento del señor frutero
que, como buen comerciante, daba la razón al cliente. Apreté la mandíbula y los
puños en un gesto de contención mientras me repetía: “No es momento ni lugar
Ana que tú sólo has venido a comprar el pan y unas manzanas.” Pero ella siguió y siguió despotricando contra
los policías con la única intención de desviar la atención de su falta y
justificar una actitud de “jeta empedernida” a pesar de que su turno de compra
ya había terminado…
Y yo me estaba… mordiendo la lengua por
decirle: ¡Señora ”su derecho a” lleva de la mano izquierda “la responsabilidad
de”, y de la derecha “la obligación para”, que, curiosamente, era lo que quería
hacerle entender el policía al que usted tanto critica y lo que él, a su vez,
estaba haciendo: “cumplir con su obligación en la regulación del tráfico y con
la responsabilidad de atender con justicia a todos los ciudadanos”.
Cuando
oigo a personas así, “exigiendo” sus derechos de una manera tan egocéntrica, tergiversando
la realidad de forma descarada, haciendo que, lo que a todas luces es una
justificación a su falta de civismo, quede convertido, con su verborrea, en una
acusación de abuso de poder…. se me
agria el carácter. Son personas apabullantes y hay que hilar fino para darse
cuenta de la trampa y no caer en ella. Y, no puedo dejar de preguntarme qué
clase de sociedad estamos construyendo. Yo sólo veo una sociedad llenita
de “yoes”. Unos “yoes”, eso sí, muy
inteligentes, capaces de hacer uso de la mejor oratoria sobre los derechos
individuales, pasando por alto los derechos colectivos.
“¡Pobre,
-dijo otra mujer-, si tenía que dejar a los niños… aparcar mal un ratito no
será para tanto!” ¡La tiparraca aquella había conseguido su objetivo! Me
encendí y ya no pude callar. Los argumentos que, anteriormente me habían
generado desasosiego y pugnaban por salir, le cayeron, como un vómito
incontrolado, a la pobre señora que sólo había sido una víctima de la primera.
¡Mis disculpas segunda señora, su buen corazón la precede!
Hacemos
y perpetuamos una sociedad inmadura por temor. Se utilizan derechos
fundamentales como “derechos-pantalla”
para enmascarar lo que a todas luces es una “jetada”, un abuso… ¡y todos
callamos!.. aunque sintamos ese
hormiguillo por dentro que nos dice que algo está siendo manipulado. No sería
políticamente correcto ir en contra. El miedo a ser señalados nos hace callar.
Y
así, esa señora, dejó bien sentado que “un policía” le había cuestionando “su
derecho a escoger el colegio de sus hijos” y se fue “de rositas” sin escuchar
que en realidad, el asunto ponía de manifiesto su falta de responsabilidad por
no madrugar un poquito más para tener tiempo de buscar un aparcamiento
correcto, no molestar ni entorpezca el tráfico y de paso respetar el “derecho a“ de otras personas….
Esta
mañana, la sociedad calló otra vez, cobardemente, dejando que la señora se
fuera tan ricamente creyendo que todos los allí presentes le habíamos dado la
razón aunque sólo fuera por omisión. YO INCLUIDA.
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