Nadie por la calle a las ocho de
la mañana y, de repente, te cruzas con otro madrugador y, al llegar a tu altura,
te suelta: “Pero, ¿lo tienes claro o no lo tienes claro?”. ¡Perdón! ¿Cómo dice? ¡Aaaah que no está
hablando conmigo! ¡Perdón, perdón! Y te devuelven una mirada reprobadora como
diciendo: ¡Tú de que vas! No ves que voy hablando por mi “Iphone 10”. Y, efectivamente, descubres que de su
oreja cuelga un cablecito… Pasé tanta vergüenza que, he decidido no volver a
responder ni siquiera cuando oigo mi nombre. Vete tú a saber…Hay tantas “Anas”
en el mundo…
Sí, esta y otra son las cosas que
tiene la telefonía móvil.
Las personas vamos hablando por
la calle creyendo que tenemos una conversación privada y lejos de ser eso, lo
que hacemos es incomodar y media humanidad se pone al corriente de nuestros
asuntos.
El otro día escuché una
conversación…Ya sé que, una debe de ser respetuosa y no prestar oído a
conversaciones ajenas, “no pegar la hebra” que se decía en mi tiempo. Pero, ese
día, aunque pasaba ligera por la zona comercial, para no dejarme arrastrar por
las rebajas… si el sonido de su teléfono no había sido suficiente llamativo y
escandaloso, la respuesta y el saludo a la llamada me frenó en seco: “- ¡Hola
chocho!”. Busqué impactada y rauda a la
persona que lo había dicho, pensando que podría haberse equivocado, y le seguí
disimuladamente para verificar mi error. ¡Pues no! No había sido un error.
Siguió su conversación como si tal cosa a voz en grito: “Chocho” para acá, “Chocho”
para allá, como tú digas “Chocho”, vale “Chocho”, hasta pronto “Chocho”, yo
también te quiero “Chocho”… Se me puso una cara de emoticono ¡sí!, los ojos desorbitados y la
boca desencajada. ¿Qué nombre admite como diminutivo o apelativo cariñoso “chocho?
¿Será que ha cambiado el significado de esa palabra y no me haya enterado…? ¡Qué
me estaré perdiendo!
Estaba deseando llegar a casa
para consultar el diccionario. Y llegué. Y miré. Cómo adjetivo hubiéramos
librado. No está mal estar o ponerse “chocho”. Eso indica que estamos
contentos, satisfechos con algo, pero, ¡sería un adjetivo! Y, de lo que aquí se
trataba, quedó suficientemente claro, era, nada más y nada menos que, de un “sustantivo”.
Y como sustantivo… ¡Mire usted! el
asunto ya toma otros matices menos melosos. Vamos, que a alguien le llamen “altramuz”,
esas cositas circulares y amarillas que se venden en los puestos de encurtidos
de las ferias… ya sería rarito de salero. Nombres más feos y extraños he oído, y
darle ese apelativo cariñosamente con ese significado de una legumbre a una
persona…pues qué le vamos a hacer, sería aceptable. ¡Para gustos se han hecho
los colores! Pero, tengo la ligera sospecha, más que fundada, que aquí el tema
nada tiene que ver con la leguminosa esa. Seguro que a vosotros como a mí, la
mente se os haya ido, como la velocidad del rayo, a lo que todos estábamos
pensando hace rato.
¡Qué se puede decir!
Verdaderamente había escuchado llamar cariñosamente a la pareja de muchas
maneras: “cari”, que vale para los dos; “papá y mamá” por aquello
de los hijos, o con el diminutivo con ese aire latino “papi y mami”, a
veces incluso “corazón” o “amor” para aquellos más
románticos…pero ¡¡¡¡CHOCHO!!!!
Hoy, antes de terminar estas
líneas he querido hacer un experimento casero. Cuando ha llegado mi marido a
casa le he dedicado un afectuosa bienvenida: - ¿Cómo te ha ido hoy “Escrotito
mío”?
Lo mismo he hecho con mis hijos: -¿Qué tal os ha ido en el insti
“escrotitos”?
Las reacciones no se hicieron
esperar: caras raras, miraditas soslayadas entre ellos...
Y vino la segunda envestida: “Escrotos,
¿podéis ir poniendo la mesa?”
Fue mi
marido el que no se contuvo:
-“ Pero, ¿se puede saber que te pasa hoy?
¿a qué viene esa palabrita?”
-No , nada, sólo estaba
haciendo un experimento cariñoso y comprobando
una cosita…-
-¡Pues a mí no me hace ninguna gracias!
- ¡ESO ME PARECÍA A MÍ también!
No hay comentarios:
Publicar un comentario