domingo, 12 de abril de 2020

Sobre ahorros y tarima flotante


Pero, ¡cómo nos han engañado!

Poquito a poquito, fueron conquistando, con el pago de “los réditos” de la cuenta corriente, nuestra codicia primero y nuestro dinero, después. Todos consultábamos, los intereses producidos a final de año, gozosos. Ahorrar tenía un buen aliciente pecuniario a parte de la satisfacción.

Después, como a niños chicos, nos quitaron el tan rico caramelo y nos dieron una suave gominola disfrazada con un enorme lazo: aquellas famosas campañas de entrega de regalos directos con imposición de una cantidad determinada, encaminadas, a sacarnos los ahorrillos que escondíamos, ¡por si acaso!, debajo de la baldosa.

Y caímos, perdonen la expresión señores asiáticos, como chinos. Fruto del ansia de tener y aparentar, acudimos en tropel, con nuestros dineritos escondidos en la faltriquera, para intercambiarlos por aquellas gominolas. ¡Quién no recuerda ver salir desfilando de los bancos a  tantos  pequeños ahorradores con sus enormes cajas de regalos: Mantas, albornoces, cuberterías, maletas…! Ni nos dimos cuenta del cambiazo. ¡Todo era dulce al paladar! Cuando se aseguraron de que, debajo de las baldosas, no quedaba nada… nos retiraron el azúcar y, a partir de aquí, comenzaron a decirnos que, si queríamos dar “unas chupaditas” a nuestras piruletas, teníamos que esforzarnos en ahorrar más dinero y conseguir puntos…

No fuimos capaces de ver tampoco que, tras aquella servicialidad viperina: “no hace falta que venga usted todos los meses, si usted domicilia su nómina, además de unos caramelillos ganará en comodidad…” Ese día les dimos algo más que dinero: el fruto de nuestro trabajo y ese placer sin igual de abrir “el sobre” a fin de mes.

 Y tras ésta, vinieron, un sinfín de domiciliaciones, “para nuestro descanso”… ¡y para nuestra perdición! Fuimos delegando responsabilidades en aquellos parásitos fagocitadores y hoy… tenemos que pagar por nuestro dinero. Ellos se lo guisaron, ellos se lo comieron y nosotros pusimos la materia prima a cambio de… unas migajas que rápido dejaron de existir.

¿Os acordáis de los “sloganes” que utilizaban para captar nuestra atención y adueñarse de nuestro dinero? Todos hacían hincapié es su labor altruista “al servicio del ciudadano”. ¿Del ciudadano? ¡De vuestros intereses capitalistas! ¡Pero qué necios hemos sido! Alienación del trabajo… y ahora alienación del salario¡

Antaño, las puertas del banco se te abrían y eras bienvenido a cualquier hora. Tus asuntos parecían interesarles y, procuraban buscar soluciones a tu problema desde la misma oficina. Ahora, sólo puedes hacer tus gestiones los martes entre diez y once y media (día y hora depende de cada banco), tienes que pedir cita para ser atendido o coger un número. Te atienden con bastante indiferencia y desdén (¡un pobrezuco que se cree inversor!), se te limita la cantidad a sacar, aunque tu cuenta diga que tienes suficientes fondos, o te obligan a solicitarlo con anticipación. Si la cantidad que necesitas es demasiado pequeña… ¡no te molestes en entrar, tienes que hacerlo desde el cajero!  Y lo que es más gracioso, en la era de la tecnología en la que todo está interconectado, en una oficina del color rojo, no puedes hacer una gestión de otra de ese mismo color y, te obligan a trasladarte a aquella de origen que ahora te queda… lejos de tu domicilio. Ya no os cuento con lo de las comisiones… “¿pero, cómo..? ¿te tengo que pagar por dejarte mi dinero? ¿y una comisión por mantenimiento de qué? ¿y otra por hacer un donativo? ¡Aaaah! ¡sin más palabras!

¡Perdónenme ustedes! Yo no sé de economía más allá de la calderilla que maneja un ama de casa pero, a mí, todo esto, me suena a “chufla”. Se están riendo  y aprovechando de nosotros. Hemos generado tal dependencia de los bancos que nos tienen a todos cogidos por… “los perandones” y lo triste es que ya, no podemos prescindir de ellos porque “PARA TODO” se necesita tener una cuenta bancaria. Hoy en día es más importante que el DNI. ¡Qué bien han jugado “arriba” sus cartas estos parásitos!

Y lo peor es que, con la tarima flotante ya no quedan baldosas en las viviendas donde poder volver a esconder nuestros ahorritos.

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