¿Alguna
vez os habéis parado a pensar de qué distinta manera se siente la vida cuando
el mundo ha girado y lo que estaba abajo pasa arriba y lo que era oscuro se
vuelve claro..? Estoy pensando en las relaciones entre las personas. Todos
somos libres de elegir en cada momento lo que más nos gusta, nos conviene o nos
interesa: Elijo ser amigo de fulano porque es elegante, de mengana porque es la
líder del momento y de zutano porque me abrirá puertas en el futuro… o
simplemente, como dicen los niños, “porque me da la gana”.
Y, en el mejor de los casos, descartamos y olvidamos
a las otras personas que están al lado por razones también semejantes: porque
la ropa que lleva no nos gusta, porque es el pringado del grupo, porque su
amistad no nos aporta nada… o sencillamente porque no quiero.
Funcionamos
de una manera simple y sencilla. Al más puro y básico instinto primario. Y no
siempre nos damos cuenta de que, al ejercer nuestra libertad de forma tan
inconsciente, inmadura e interesada, estamos ya diseñando nuestro futuro que, luego,
no es tan real como nos lo habíamos imaginado. Nos sorprendemos, demasiado tarde eso sí, cuando descubrimos que
esta vez los que eligen son otros y los excluidos somos nosotros….
No
digo por eso que tengamos que ser “amiguitos” de todos, como ingenuamente se
pretende en los colegios. Eso es una tarea ingente e imposible. Los amigos no
se imponen. Eso sí, elegir una amistad es una cosa y respetar al resto de los
no escogidos es otra. Ambas, se tienen que dar a la par como cara y cruz de una
moneda. ¿Que siempre nos hemos llevado
mejor con unas personas que con otras?… tan cierto como que existe el aire, y seguirá
siendo así mientras existan las diferencias y la capacidad para elegir.
Pero,
en algún momento nos hemos perdido y hemos pensado que al escoger, la parte
desestimada se convierte en enemigo y entonces la despreciamos. Esto ha hecho
que los elegidos estén conmigo y se conviertan en los “guays” y el resto estén
contra mí y sean los pringados, los “friquis”, los indeseables… Y este
pensamiento ha generado una actitud de desprestigio y de desprecio hacia el
otro: lo que yo hago es lo bueno y lo correcto… y mis amigos y relaciones son
las únicas auténticas y verdaderas… los demás son una mierda y no valen nada.
Sólo
nos vemos a nosotros mismos y a nuestro mini-ridículo mundo. El entorno deja de
existir. Pasamos por los lugares como si no hubiera nadie. Nos sentamos en las
terrazas como si fuéramos los únicos clientes. Entramos en las tiendas como si estuvieran
vacías a expensas de que nosotros lleguemos… y, si por un casual la
circunstancia nos obligara a reconocer la existencia de otro, lo hacemos sólo
para que éstos se sintieran honrados de servirnos… Quedará bien claro y sentado
que somos “los reyes del universo”.
La
vida está llena de momentos en los que debemos elegir. No por eso debemos pasar
por ella como burros destrozando todo lo que no sea cebada. Es más, la vida es
precisamente eso… escoger: escojo cada día la ropa que me pongo, decido en cada
momento lo que voy a decir, me inclino por un camino determinado, selecciono lo
que quiero comer y, por supuesto, me relaciono con quien quiero o más me gusta
estar. He escogido. Y al hacerlo, he dejado de lado otras opciones. Y digo “de
lado” porque, lo que hoy no me convenía o interesaba, puede que mañana me venga
de perlas… ¿Quién lleva siempre la misma ropa?, ¿Quién come siempre el mismo
alimento?, ¿Quién habla toda la vida con las mismas personas?...
A mí
me gusta cambiar. Me gusta descubrir otras vidas, otras formas de ser, de
opinar… Me abren la mente… entonces ¿Por qué manchar hoy lo que en este momento
no se me acomoda y puedo necesitar después?, ¿Por qué pisotearlo como el burro?
No será fácil que alguien a quien se haya ignorado y maltratado nos admita en
su grupo de escogidos… ¿Libertad de elegir? Por supuesto pero, eso sí, siempre
con respeto. Tan sencillo como decir: ¡buenos días!
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