viernes, 30 de junio de 2017

Bolsitas decorativas

Tengo el privilegio de vivir en una ciudad pequeña. Por si esto fuera poco, vivo en un piso exterior que da, todo él, a unos jardines públicos con parque incluido. Las vistas desde mi casa son excepcionales, la luz es inigualable y los ruidos, al amanecer, son muy similares a los del pueblo: gorriones, palomas, tórtolas, petirrojos…  que elevan su saludo al sol  cada mañana.

Sin querer, desde mi cocina observo el trasiego del parque a lo largo del día. El parque tiene sus rutinas, sus tardes álgidas de máximo aforo, con las risas y gritos de los niños, la intimidad de los rumores nocturnos, el silencio de la mañana… y en cada momento es visitado por diferentes tipos de personas: los que vienen a divertirse, los que buscan intimidad, los que quieren silencio…

Y están también esas personas “relámpago” y furtivas, que aparecen por el parque tres veces al día: por la mañana, al mediodía y por la noche. Llegan  temprano o tarde, según el momento del día, pero siempre cuando el parque suele estar vacio. Acostumbran a hacerse  acompañar por uno o varios perritos de diferentes razas y tamaños. Se colocan en una esquina, miran a la derecha, a la izquierda, para atrás… y sueltan a sus mascotas para que correteen… ¿para que correteen?... ¡No, que va! Para que hagan sus caquitas y sus pises. Y en cuanto esto ocurre… recogen… ¡no!, no vayáis a pensar que sus excrementos, ¡qué va!,… a sus perritos y desaparecen, como alma que lleva el diablo, por el mismo lugar que llegaron. Creen que nadie les ha visto y se van, dejando sobre el césped, tal y como su canino dueño lo trajo al mundo, el paquetito.

Y esto lo repiten tres veces al día. No vayáis a pensar que es una excepción, nada de eso. Son más de los que os pensáis. Dan el pego por que procuran no ser vistos y como testigo de su “inocencia” y buena urbanidad, está la siempre bien doblada y limpia bolsita recoge-cacas que, permanece atada a su servil  correa… impoluta en el viaje de salida e impoluta en el viaje de vuelta… Siempre una y siempre la misma que, una vez fuera del parque, en cuanto dan vuelta a la esquina, se convierte en el emblema de los dueños responsables y les convierte a ellos en ciudadanos ejemplares.

A veces la jugada les sale mal. En aquel momento puede que alguna persona merodee por la zona, y nos les queda más remedio que desplegar  su emblema y doblar la rodilla. Desde casa, veo la cara y la postura de asco y repulsión que les produce el gesto de responsabilidad forzada  al percibir el aroma y sentir el tacto cálido de unas heces recién depositadas y, entre risas, observo como sujetan su bandera con el índice y el pulgar extendiendo el brazo lo más posible para que no se les pegue nada de aquel repulsivo contenido.

Algunas de estas personas, ya no sé si por asco hacia el producto residual de su amigo más fiel o por despecho hacia el resto de la sociedad, llegados a este  caso, de verse obligados a doblar la rodilla y embolsar las hediondas sustancias, no se dignan ni a llevarlas a la papelera… “¡vamos anda, sólo faltaba eso!...” y, en el caminillo hacia ella, repiten la operación primera de hacerse el despistado mirando a un lado y otro para ver si ha pasado el peligro y… ¡zas!... lanzan contenido y continente hacia un lado, volviéndose a desentender del asunto, esta vez bien empaquetado y dos veces contaminante por las heces y por la bolsa.

Y esto no es todo. ¡No os vayáis todavía que aún hay más!... Son los más divertidos, si es que esto tiene algo de diversión: Son los que tienen complejo navideño. Aquellos que recogen las caquitas, anudan la bolsa primorosamente y… buscan un lugar donde colocarlo… ¿a modo de bola de navidad en un árbol, una valla…? Pues sí,  y allí lo dejan colgado… ¡O a lo mejor es un nuevo tipo de arte que yo no he descubierto!... Porque como las bolsitas son de colores… “queda muy decorativo…”

Desde la ventana de mi cocina, tengo el privilegio de desenmascarar a estas personas relámpago y furtivas,  “cerdos de dos patas” irresponsables que, ensucian nuestros parques y ciudades a sabiendas, como si no pasara nada.


Y desde mi ventana también, va el aplauso para esos otros que SI cumplen con su responsabilidad.

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