viernes, 8 de septiembre de 2017

Áreas de descanso

Este verano, aprovechando la buena disposición de nuestros hijos adolescentes, decidimos hacer un viajecito en familia por nuestra querida España. Dejamos un poquito de lado el sector costero (playero), por el que nos habíamos movido hasta ahora por aquello del sol, la arena, el agua, los castillos… y salimos en busca de otros más reales y monumentales y, por supuesto, con mucha más historia.
El asunto requería algunos días más de las hasta ahora escapadas de fin de semana a las que estábamos acostumbrados y, por supuesto, de un desembolso mayor del que veníamos haciendo. Sólo la pernoctación de cuatro personas adultas,  (por más que les insistí a los hosteleros,  no fueron capaces de ver “a mis niños” como tales), ya nos suponía… ¡casi la mitad de la extra de verano! Añoré, monetariamente,  aquel tiempo en el que en una habitación de cama de matrimonio dormíamos los cuatro y con dos menús  era más que suficiente para sentirnos ahítos.
Para abaratar costes, decidimos emplear un día entero para llegar a nuestro destino y otro para regresar haciendo dos rutas diferentes y conociendo los lugares de paso. Para ambos casos había propuestas más que suficiente para ocupar el tiempo, de hecho, no pudimos verlo todo. Como preveíamos que serían días de aventura y no sabíamos cómo estarían las carreteras, si encontraríamos lugares para comer,… nos decantamos por volver a la época del seiscientos y tirar de nevera y fiambrera.
¡Qué tristeza! ¡ya no puedes parar dónde te apetezca, te venga bien o lo necesites! Tienes que parar en las zonas habilitadas para tal fin. Obviamente, si vas por autovía, tienes que hacerlo en los espacios que te marcan y sólo te quedan dos posibilidades: parar en las áreas de servicio (privadas) o en las áreas de descanso (públicas). Como íbamos bien pertrechados de pan, embutidos, cervezas-sin, coca-colas y un par de mantas en el maletero… nos decantamos por estas últimas. ¡¡¡Pero qué pedazo de ingenuos fuimos!!!
…Julio, …interior de la península, …área libre de descanso… ¡Esto es España señores! ¡Doblemente España!: ¿A qué deslumbrante ingeniero de obras y caminos se le habrá ocurrido hacer áreas de descanso SIN UNA SOMBRA? Muy ingenioso y considerado fue al pensar en los aseos pero… ¡¡¡olvidó dejar la llave!!! Y qué decir de los usuarios… ¿para qué llevar los desperdicios a la enooorme papelera si la mayor parte son biodegradables o se los lleva el viento…? Y ¿que no hay llave en el servicio? … pues, aquí mismo en la puerta… ¡para que aprendan!...
Pasamos, prácticamente de largo por el primer área, tal era su aspecto. El segundo… más de lo mismo. En el tercero… era ya tarde y paramos por necesidad. No había nadie, como no podía ser de otra manera. Nos instalamos en la zona más alejada del edificio apestoso de los aseos donde no llegaban sus efluvios, ya casi en la zona de salida, como quien tiene prisa. Y, realmente, en esas circunstancias, la teníamos. Aunque el olor no llegaba allí, el sol nos daba de pleno y, a pesar de las improvisadas sombrillas construidas con las mantas… hasta la fiambrera crujió del calentón.
Supongo que estos señores que viajan en jets privados, en limusinas y coches con chófer, que tienen reservas en restaurantes de cuatro tenedores… y se ocupan de nuestro bienestar proyectando, desde sus despachos con aire acondicionado, lugares para nuestro reposo… jamás han sentido la necesidad, ¡¡ni por asomo!!, de tener que parar en una de estas zonas de “ÁREA DE DESCANSO”  si no, tendrían por ejemplo más en cuenta la meteorología de la zona, la vegetación más adecuada o la importancia de una pequeña llave.

Y así, sin haberlo proyectado ni pensado, tuvimos la oportunidad de mostrar a nuestros hijos  esa otra España que no sale en los folletos turísticos ni en los libros de historia. Por si aún no habían tenido tiempo ni lugar de conocerla en nuestra ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario