Este
verano, aprovechando la buena disposición de nuestros hijos adolescentes,
decidimos hacer un viajecito en familia por nuestra querida España. Dejamos un
poquito de lado el sector costero (playero), por el que nos habíamos movido
hasta ahora por aquello del sol, la arena, el agua, los castillos… y salimos en
busca de otros más reales y monumentales y, por supuesto, con mucha más
historia.
El
asunto requería algunos días más de las hasta ahora escapadas de fin de semana
a las que estábamos acostumbrados y, por supuesto, de un desembolso mayor del
que veníamos haciendo. Sólo la pernoctación de cuatro personas adultas, (por más que les insistí a los hosteleros, no fueron capaces de ver “a mis niños” como
tales), ya nos suponía… ¡casi la mitad de la extra de verano! Añoré,
monetariamente, aquel tiempo en el que
en una habitación de cama de matrimonio dormíamos los cuatro y con dos
menús era más que suficiente para
sentirnos ahítos.
Para
abaratar costes, decidimos emplear un día entero para llegar a nuestro destino
y otro para regresar haciendo dos rutas diferentes y conociendo los lugares de
paso. Para ambos casos había propuestas más que suficiente para ocupar el
tiempo, de hecho, no pudimos verlo todo. Como preveíamos que serían días de
aventura y no sabíamos cómo estarían las carreteras, si encontraríamos lugares
para comer,… nos decantamos por volver a la época del seiscientos y tirar de
nevera y fiambrera.
¡Qué
tristeza! ¡ya no puedes parar dónde te apetezca, te venga bien o lo necesites!
Tienes que parar en las zonas habilitadas para tal fin. Obviamente, si vas por
autovía, tienes que hacerlo en los espacios que te marcan y sólo te quedan dos
posibilidades: parar en las áreas de servicio (privadas) o en las áreas de
descanso (públicas). Como íbamos bien pertrechados de pan, embutidos, cervezas-sin,
coca-colas y un par de mantas en el maletero… nos decantamos por estas últimas.
¡¡¡Pero qué pedazo de ingenuos fuimos!!!
…Julio,
…interior de la península, …área libre de descanso… ¡Esto es España señores! ¡Doblemente
España!: ¿A qué deslumbrante ingeniero de obras y caminos se le habrá ocurrido hacer
áreas de descanso SIN UNA SOMBRA? Muy ingenioso y considerado fue al pensar en
los aseos pero… ¡¡¡olvidó dejar la llave!!! Y qué decir de los usuarios… ¿para
qué llevar los desperdicios a la enooorme papelera si la mayor parte son
biodegradables o se los lleva el viento…? Y ¿que no hay llave en el servicio? …
pues, aquí mismo en la puerta… ¡para que aprendan!...
Pasamos,
prácticamente de largo por el primer área, tal era su aspecto. El segundo… más
de lo mismo. En el tercero… era ya tarde y paramos por necesidad. No había
nadie, como no podía ser de otra manera. Nos instalamos en la zona más alejada
del edificio apestoso de los aseos donde no llegaban sus efluvios, ya casi en
la zona de salida, como quien tiene prisa. Y, realmente, en esas circunstancias,
la teníamos. Aunque el olor no llegaba allí, el sol nos daba de pleno y, a
pesar de las improvisadas sombrillas construidas con las mantas… hasta la
fiambrera crujió del calentón.
Supongo
que estos señores que viajan en jets privados, en limusinas y coches con chófer,
que tienen reservas en restaurantes de cuatro tenedores… y se ocupan de nuestro
bienestar proyectando, desde sus despachos con aire acondicionado, lugares para
nuestro reposo… jamás han sentido la necesidad, ¡¡ni por asomo!!, de tener que
parar en una de estas zonas de “ÁREA DE DESCANSO” si no, tendrían por ejemplo más en cuenta la
meteorología de la zona, la vegetación más adecuada o la importancia de una
pequeña llave.
Y
así, sin haberlo proyectado ni pensado, tuvimos la oportunidad de mostrar a
nuestros hijos esa otra España que no
sale en los folletos turísticos ni en los libros de historia. Por si aún no
habían tenido tiempo ni lugar de conocerla en nuestra ciudad.
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