Parecía
que estaba absorta en mis tareas mientras el televisor zumbaba a sus anchas sin
que nadie le prestara atención, como un abejorro en verano, cuando el insultante dato se coló por mis orejas acaparando toda mi atención:
¡¡¡mil doscientos euros!!! ¿habré escuchado bien? Dejé la cama a medio hacer
con las sábanas sobre la silla y me fui hasta la cocina, donde estaba la caja
parlante, para verificar lo que a todas luces ya sabía que era cierto.
Efectivamente ¡mil doscientos euros! ¿Estamos locos o qué? Escúchenme ¡nunca!,
¡nunca en los quince años de escolarización de mis hijos, uno a punto de acabar
Bachillerato y el otro en mitad de la ESO, he gastado en uno sólo de ellos la
mitad de esa cantidad. Con lo cual, como la mayoría de los españolitos de a
pie, me pregunto dos cosas: una de dos o cuando toman los datos los encargados
de hacer las estadísticas lo hacen en el barrio de Salamanca de Madrid o,
estamos engordando las cifras por algún motivo que desconozco.
Todos
sabemos que la gente ricachona, con tal de distinguirse y que se note quiénes
son sus hijos, es capaz de colgarles un cencerro de oro pero, no sé si eso
deberíamos de considerarlo como material imprescindible para el colegio y
valorarlo en las estadísticas. Ya sabemos también que siempre habrá idiotas que
quieran codearse con aquellos otros y les coloquen a los suyos unas albardas
que quiebren su economía familiar. Todo por el “postureo”, que se dice ahora,
el “aparentar” que se decía en mis tiempos, aunque luego coman patatas todo el
año.
Apartando
a estas dos “subclases” a las que les
puede la tontada, ¿puede alguien decirme si realmente la vuelta al cole de uno
de sus hijos alcanza esa desorbitada cantidad? Y cuando digo vuelta al cole me
estoy refiriendo únicamente a aquello que es propio e imprescindible para el
colegio. No me metáis por favor la ropa, abrigos, el calzado… todo eso forma
parte de OTRO bloque de la economía ¿o alguien se atreverá a decirme,
independientemente de que sus hijos vayan o no al colegio, que después de un
verano, dos meses, sus hijos no han pegado un estirón y necesariamente tienen
que renovar su vestuario? Con eso,
señores y señoras mías, ya deberían haber contado, haberlo tenido previsto y no
incluirlo en la factura del colegio. El problema es que nos hemos gastado el
dinero en otros menesteres y ahora queremos justificar nuestra estrechez
económica con la factura del colegio.
Otra
cosa de la que también nos hemos olvidado es a hacer balance a final y
principio de curso: qué nos ha quedado del curso anterior, del hermano mayor…
que pueda ser aprovechable y qué es lo que realmente es necesario; ¿puedo
conseguir algún material de segunda mano? No claro, a todos nos gusta, para que
no se diga, que nuestros hijos lo lleven TODO nuevo y de la mejor calidad,
cuando menos que supere a la del vecino de al lado…
Y
luego salimos gritando que si los libros son muy caros y que nos los deberían
regalar… Seamos sensatos. Si nos ponemos a hacer cuentas, en material escolar,
porque el resto de la formación de nuestros hijos es gratuito, ¡eso que TANTO
nos importa para el futuro de nuestros hijos! nos sale a menos de un euro
diario. Menos que el café que nos tomamos cuando los dejamos en el cole, menos
que las megapropinas que les damos los fines de semana, menos que el “long” o “scooter” que les hemos
comprado para su cumpleaños, mucho menos que el móvil y su mantenimiento… y,
por supuesto, muchísimo menos que las supervacaciones que nos hemos pasado en
la playa.
No
os vayáis a pensar que no soy consciente de que hay familias que no se
autoengañan, porque la prestaciones del paro y de la Renta Mínima de Inserción
son lo que son y no dan ni para comer. Pero, curiosamente, no son estas las que
más se quejan ni en nombre de ellas se levanta la voz.
Tampoco
se me escapa como madre, economista de su casa y observadora de la vida, el
rollo que se tienen las editoriales para obligarnos a cambiar de libros cada
año y el buen aprovechamiento que hacen con el revoltijo que hay constantemente
en educación.
Pero
eso, es tema para otro momento. Lo que ahora quisiera es que miráramos bien
dentro de nuestra cartera y nuestra conciencia, y viéramos si es, realmente,
tanto lo que gastamos en material escolar para nuestros hijos.
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