viernes, 29 de septiembre de 2017

¡Mil doscientos euros!

Parecía que estaba absorta en mis tareas mientras el televisor zumbaba a sus anchas sin que nadie le prestara atención, como un abejorro en verano,  cuando el insultante dato se coló  por mis orejas acaparando toda mi atención: ¡¡¡mil doscientos euros!!! ¿habré escuchado bien? Dejé la cama a medio hacer con las sábanas sobre la silla y me fui hasta la cocina, donde estaba la caja parlante, para verificar lo que a todas luces ya sabía que era cierto. Efectivamente ¡mil doscientos euros! ¿Estamos locos o qué? Escúchenme ¡nunca!, ¡nunca en los quince años de escolarización de mis hijos, uno a punto de acabar Bachillerato y el otro en mitad de la ESO, he gastado en uno sólo de ellos la mitad de esa cantidad. Con lo cual, como la mayoría de los españolitos de a pie, me pregunto dos cosas: una de dos o cuando toman los datos los encargados de hacer las estadísticas lo hacen en el barrio de Salamanca de Madrid o, estamos engordando las cifras por algún motivo que desconozco.

Todos sabemos que la gente ricachona, con tal de distinguirse y que se note quiénes son sus hijos, es capaz de colgarles un cencerro de oro pero, no sé si eso deberíamos de considerarlo como material imprescindible para el colegio y valorarlo en las estadísticas. Ya sabemos también que siempre habrá idiotas que quieran codearse con aquellos otros y les coloquen a los suyos unas albardas que quiebren su economía familiar. Todo por el “postureo”, que se dice ahora, el “aparentar” que se decía en mis tiempos, aunque luego coman patatas todo el año.

Apartando a  estas dos “subclases” a las que les puede la tontada, ¿puede alguien decirme si realmente la vuelta al cole de uno de sus hijos alcanza esa desorbitada cantidad? Y cuando digo vuelta al cole me estoy refiriendo únicamente a aquello que es propio e imprescindible para el colegio. No me metáis por favor la ropa, abrigos, el calzado… todo eso forma parte de OTRO bloque de la economía ¿o alguien se atreverá a decirme, independientemente de que sus hijos vayan o no al colegio, que después de un verano, dos meses, sus hijos no han pegado un estirón y necesariamente tienen que renovar su vestuario?  Con eso, señores y señoras mías, ya deberían haber contado, haberlo tenido previsto y no incluirlo en la factura del colegio. El problema es que nos hemos gastado el dinero en otros menesteres y ahora queremos justificar nuestra estrechez económica con la factura del colegio.

Otra cosa de la que también nos hemos olvidado es a hacer balance a final y principio de curso: qué nos ha quedado del curso anterior, del hermano mayor… que pueda ser aprovechable y qué es lo que realmente es necesario; ¿puedo conseguir algún material de segunda mano? No claro, a todos nos gusta, para que no se diga, que nuestros hijos lo lleven TODO nuevo y de la mejor calidad, cuando menos que supere a la del vecino de al lado…

Y luego salimos gritando que si los libros son muy caros y que nos los deberían regalar… Seamos sensatos. Si nos ponemos a hacer cuentas, en material escolar, porque el resto de la formación de nuestros hijos es gratuito, ¡eso que TANTO nos importa para el futuro de nuestros hijos! nos sale a menos de un euro diario. Menos que el café que nos tomamos cuando los dejamos en el cole, menos que las megapropinas que les damos los fines de semana,  menos que el “long” o “scooter” que les hemos comprado para su cumpleaños, mucho menos que el móvil y su mantenimiento… y, por supuesto, muchísimo menos que las supervacaciones que nos hemos pasado en la playa.

No os vayáis a pensar que no soy consciente de que hay familias que no se autoengañan, porque la prestaciones del paro y de la Renta Mínima de Inserción son lo que son y no dan ni para comer. Pero, curiosamente, no son estas las que más se quejan ni en nombre de ellas se levanta la voz.
Tampoco se me escapa como madre, economista de su casa y observadora de la vida, el rollo que se tienen las editoriales para obligarnos a cambiar de libros cada año y el buen aprovechamiento que hacen con el revoltijo que hay constantemente en educación.


Pero eso, es tema para otro momento. Lo que ahora quisiera es que miráramos bien dentro de nuestra cartera y nuestra conciencia, y viéramos si es, realmente, tanto lo que gastamos en material escolar para nuestros hijos.

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