sábado, 18 de marzo de 2017

Matiz lingúístico

Ayer a las tres de la tarde, como cada día del año, me encontraba ya acostada en el sofá. Bien arropadita
por mi marido: una mantita para el cuerpo y otra para los pies… a punto de capturar la estela del sueño “siestero” cuando…, unos impertinentes timbrazos, me rompieron el tejido del sueño. Mi cabreo fue monumental: ¿Quién en este país, en su sano juicio,  no sabe que a estas horas ni se debe ir a casa de nadie, ni llamar a la puerta ni al teléfono?... ¿Es que es éste un país poblado de extranjeros que no saben que el invento más genuino español es la siesta y que se debe respetar?
Hice el amago de darme la vuelta y olvidar que lo había oído como tantas otras veces. En el “impasse” de recolocarme y volver a cerrar los ojos, recordé que teníamos pendiente la recepción de un paquete y, ante la posibilidad de que fuera eso, con más desgana de la que os podáis imaginar y, confieso, con bastante mal humor, retiré el envoltorio que tan amorosamente me había preparado mi marido antes de irse a trabajar, me levanté y respondí al telefonillo.
.- ¿Quién es? Pregunté con voz cortante, para que quien quiera que fuera se  enterase de que su presencia era inoportuna y que estaba molestando.
 .-“LA” compañía eléctrica. Fue su respuesta.
Sin pararme a pensarlo pulsé el botón de apertura y de inmediato me di cuenta… ¡Me han vuelto a engañar!... ¡Será hijo de la gran rosa!... Escuché para cerciorarme y… efectivamente el ascensor se puso en marcha y eso me indicó que el personaje que subía no era un empleado de “LA” compañía eléctrica con la que nosotros tenemos contratado el suministro eléctrico si no de otra clase… Si hubiera sido de nuestra compañía, como ya sé desde hace 20 años, se hubiera quedado en el bajo donde se encuentran los contadores. Además, los técnicos de mi compañía siempre vienen por la mañana.
Muy hábilmente los publicistas de esa otra compañía habían aleccionado fantásticamente a su empleado en el uso de los artículos determinados: el, la, los, las que, limitando el significado del nombre al que acompañan, le concede a su vez un carácter de proximidad y cercanía. Y eso fue, la confianza que me generó el “LA”, lo que me impulsó a abrir la puerta sin preguntar más: era “LA” compañía, “MI” compañía. Así lo interpretó mi subconsciente.
Por segundos me puse roja de rabia al darme cuenta del engaño, como la cara de los emoticonos de los móviles, y me debatía entre ponerle a caldo por mentiroso o tratarle con la misma educación cínica-lingüística que había utilizado él. Opté por hacerle saber mi disgusto por la inoportunidad de la hora y la incursión en mi mundo privado. Pero, volvió a repetirme la frasecita: “Soy de “LA” compañía eléctrica…” y me mostró un recibo, efectivamente, de mi compañía.
Reculé de mi propósito y le concedí unas palabras de explicación… por si realmente era de mi compañía. Para poco le sirvió la oportunidad porque, enseguida se vio atajado por mis comentarios y peticiones. No le quedó más remedio que decir de qué compañía era y qué quería, que, en el fondo, para eso había venido. Quise ser respetuosa con la persona que tenía delante por considerar que era “alguien” que trata de ganarse el pan lo mejor que podía aunque, me costaba dejar de ver al “jeta” que había tratado en engatusarme…
Creo que fue su gesto de superioridad y el comentario: “señora, yo estoy haciendo mi trabajo”, lo que terminó por desencadenar mi ira: “Sí señor, usted hace su trabajo y yo estoy en mi casa. No recuerdo haberle dado permiso para venir a importunarme ni para hacer de mi casa su oficina. Además es usted un mentiroso y, si hubiera sido honesto desde el principio, ni yo le hubiera abierto la puerta ni estaríamos teniendo esta discusión porque, no es de “LA” compañía eléctrica si no de “UNA” compañía eléctrica.“
Un, “UNA”, unos, unas : “determinantes indefinidos que, limitando también al nombre que acompaña, además le dota de una cierta desconfianza porque uno de los dos, oyente o hablante, desconocen parte o la totalidad de la información”¡ea! Los publicistas sabían que, decir la verdad y utilizar el determinante gramaticalmente correcto llevaría por mi parte a preguntar: ¿de qué compañía? … Y a responder: Lo siento. Yo no trabajo con esa compañía.  Con lo cual, se acabaría su oportunidad de… convencerme.
Nota: Dedicado, con todos mis respetos, a aquellas personas que se ven en la necesidad y obligación de tener que trabajar, puerta a puerta,  bajo las órdenes y directrices de estos publicistas manipuladores.

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