No hace mucho volví a ver en el
telediario una noticia que me llamó la atención haciendo saltar de nuevo la
espita del recuerdo.
Tengo ya edad suficiente para
darme cuenta que, cada cierto tiempo tendemos a repetir modas, a recuperar
ideas, palabras… a las que damos, no más, una ligero toque de tuerca y las
vendemos como algo novedosísimo e innovador. Eso sí, antes hemos tenido que
sufrir el proceso inverso de descrédito pasando por retrógrados, paletos y pasados
de moda. Siempre en aras de la modernidad y la equiparación, comparándonos de
arriba a abajo, con otros países, ciudades y, a veces, con nuestros semejantes.
¡Qué mala, ciega y tonta es la envidia! Por que supongo que es eso… quizás
también un mucho de ambición y ventajosa economía.
Lo cierto es que la noticia en cuestión vendía extraordinariamente una exposición de arte en la que todas las obras estaban realizadas con materiales reciclados. Muy loable, de verdad. En unas sociedades donde el hombre es en función de lo que consume… tratar de sobresalir a base de desperdicios y desechos… tiene su mérito.
Lo cierto es que la noticia en cuestión vendía extraordinariamente una exposición de arte en la que todas las obras estaban realizadas con materiales reciclados. Muy loable, de verdad. En unas sociedades donde el hombre es en función de lo que consume… tratar de sobresalir a base de desperdicios y desechos… tiene su mérito.
Pero me llamó la atención, sobre todo, que la
noticia resaltaba, más que el arte de crear, el acto del reciclado, que también
es necesario, pero… es que… ya lo llevo escuchando muchas veces y en este asunto
de reciclar… me da la impresión que se da mucha más importancia al resultado
final, la consecuencia, al qué hacer con la cantidad de residuos que ya hemos
generado; que al proceso inicial, qué vamos a hacer para no generar tantos residuos.
Supongo, que en el fondo… y también en la superficie…, el asunto del reciclado
en su fase inicial… ¡NO INTERESA! Sí, sí… no interesa porque no produce ni un
céntimo, al contrario… supondría un varapalo al consumo.
El recuerdo me lleva a aquella época, que no es tan lejana como os creéis, en la que en todas las casas había…, pongamos nada más como ejemplo, tres objetos que todos recordaréis: bolsa del pan, lechera y huevera. Tres utensilios que a su vez hacen referencia a alimentos básicos y cotidianos de nuestra dieta. Era habitual ver cada mañana la procesión de madres que se encaminaban en dirección a la panadería a recoger aquellos tres productos, en nuestro caso era el hermano o hermana mayor encargado ese día. Allí entregábamos nuestros recipientes y la empleada de la panadería ponía en cada uno las cantidades solicitadas.
El recuerdo me lleva a aquella época, que no es tan lejana como os creéis, en la que en todas las casas había…, pongamos nada más como ejemplo, tres objetos que todos recordaréis: bolsa del pan, lechera y huevera. Tres utensilios que a su vez hacen referencia a alimentos básicos y cotidianos de nuestra dieta. Era habitual ver cada mañana la procesión de madres que se encaminaban en dirección a la panadería a recoger aquellos tres productos, en nuestro caso era el hermano o hermana mayor encargado ese día. Allí entregábamos nuestros recipientes y la empleada de la panadería ponía en cada uno las cantidades solicitadas.
En cuanto a las lecheras… yo diría
que eran, más bien, homogéneas, la tendencia… de metal plateado, con tapa y con
un asa de madera. Algunas madres más cuidadosas… o quizás menos pudientes,
llevaban directamente la cazuela. Una vez en casa había que hervir la leche,
lavar la lechera y guardarla hasta el uso siguiente. Yo no recuerdo el paso a
las botellas de cristal… quizás en España no se dio como en Inglaterra… Recuerdo,
eso sí, aquel primer envase no retornable
de plástico… bolsas a fin de cuentas. Y se empezó a retirar la lechera… era,
decían, más cómodo, más limpio,
higiénico y sano…
En mi casa los envases de la
leche son los que más ocupan en la bolsa de basura… eso sí todos reciclables y
destinados al contenedor amarillo.
Las hueveras… estuve muchos años sin verlas y
recientemente en un pueblo descubrí a una mujer con una de ellas que iba a
comprarle los huevos a su vecina. Me dio mucha alegría saber que alguien las conservaba
aún. Las había de muchos colores y fundamentalmente de dos tamaños: media y una
docena. Hoy en día los cartones de huevos son una mini plaga… por supuesto reciclables
en los contenedores de papel…
Las bolsas del pan eran otra
historia. Cada familia tenía la suya con sus colores y modalidad peculiar. En
su mayoría habían sido hechas en la propia casa con… ¡materiales reciclados!… casi
todas aprovechando telas viejas. Dejamos de usarlas por las de plástico y… ahora
tenemos… en esto sí, ¡una auténtica plaga!
En algunos pueblos sigue conservándose la costumbre de comprar a algún vecino la leche
y los huevos, utilizando estos objetos para transportarlos. Curiosamente, no
necesitan plantearse el tema del reciclado. Son gestos y hábitos cotidianos, espontáneos y de sentido
común que no necesitan más reflexión. En las ciudades se hace necesario todo un
discurso para justificar la recuperación de lo que ya teníamos y, se consideran
gestos modernos, sanos, sostenibles…. ¡Y a
recuperar!… La experiencia de recoger los huevos directamente en el
gallinero ya se vende en las agencias de viaje…¡Vuelta a los orígenes…!
En mi época el reciclado en su
fase primera era un acto cotidiano y rutinario: todo era aprovechable y a todo
le dábamos un segundo uso… Teníamos la mentalidad del cuidado y la necesidad. A
lo mejor esto sólo ocurría en mi casa porque éramos muchos y siempre había que
dejar algo para el que venía detrás y había que hacerlo en las mejores
condiciones posibles. Por la misma razón, sólo se gastaba en aquello que era
realmente necesario: “¿Se necesita? Y ¿Quién lo necesita más?”...era el criterio
de mi madre… y hoy … procuro que sea también el mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario