viernes, 17 de febrero de 2017

Gran instinto de propiedad

El padre de una de mis amigas de la infancia, acostumbrado a viajar y relacionarse con personas de todas las provincias españolas, guardaba en su memoria anécdotas muy dispares y divertidas procedentes, alguna de ellas, de los rincones más insospechados de nuestra geografía. Pasaba semanas en su camión y eso le obligaba sin querer a relacionarse y con ello, a escuchar y conocer costumbres y dichos propios de cada zona que, al llegar a casa narraba con simpatía a sus hijos y a todos los que quisiéramos sentarnos a pasar un buen rato.

Una de aquellas curiosidades, me da muchísima pena no saber repetirla entera y literal, era una pequeña historia en la que contaba cómo distinguir la procedencia geográfica de su interlocutor fijándose únicamente en la utilización de los diminutivos.
Y allí comenzaba a desgranar su historia y oíamos el mismo adjetivo de turno repetido una y otra vez: pequeñilla, pequeñuca, chiqueteta, pequeñina, pequeñita, pequeñeja…y para regocijo de todos nos dejaba adivinar de dónde era la persona con la que simulaba hablar.
El buen oído de este sencillo camionero le llevó a observar cómo las palabras más cotidianas, sin querer, pueden delatarnos, definirnos, identificarnos…y nos invitaba al final de la narración a prestar atención e ir por el mundo con los oídos bien abiertos para no perdernos ningún detalle.
No cabe duda que el lenguaje es una herramienta fantástica con la que comunicar, amar, reír, llorar y disfrutar como en el ejemplo anterior… y sirve tanto para arreglar como para romper, para pegar como para acariciar…pero como todo, tiene sus reglas y estas a su vez su propio significado.
Ni soy lingüista ni académico de la RAE, y por tanto no puedo dar una lección al respecto pero a veces escucho hablar en los medios y me hace daño lo que oigo. No porque se utilicen tacos o expresiones malsonantes, palabras son que cumplen su función y colocadas en el sitio correcto…pueden dar prestancia y brillo al discurso, si no porque cada vez oigo más emplear palabras y complementos de forma incorrecta.
De acuerdo en lo de que las lenguas son elementos vivos y dinámicos, en incorporar palabras nuevas si no existen para un nuevo concepto…pero popularizar expresiones incorrectas…
De esto también podríamos hablar de geografía como decía el padre de mi amiga porque, por las expresiones incorrectas también podríamos deducir de dónde puede ser una persona: confusión de tiempos verbales en el norte, artículos en nombres propios por el  este, omisión de sílabas por el sur…
Pero, lo que realmente me trae de cabeza y ha dado origen a esta reflexión, es el “detrás mío, delante mío, al lado mío…o detrás tuyo o delante suyo… por “el detrás de mí, delante de ti, a mi lado…”. Qué gran instinto de propiedad o egocentrismo por nuestra parte al creernos dueños del espacio que nos circunda…Sabía de la existencia de un espacio psicológico de proximidad que conviene respetar y, que se considera socialmente aceptado para que nuestro interlocutor no se sienta intimidado. Pero, dejar un espacio no indica apropiación del mismo. Ya sé que lo que se quiere decir: indicar un lugar…y además, veo lo que se dice: me pertenece, te pertenece…
Y es que, este ejemplo, se sale de la geografía. Será otro efecto más de la globalización…Se lo he oído decir a muchos personas en televisión de diferentes lugares de procedencia. Lo oigo cada vez más en mi provincia de origen, en mi pueblo y a los miembros de mi familia… No me canso de corregirlo…aunque creo que no consigo mucho. Ya hasta mis sobrinos pequeños se ríen de mí por lo pesada que me pongo.
Lo que quiero decir es que no todo lo que se dice en la tele está dicho de forma gramaticalmente correcta o empleado con corrección. Que no debemos dejarnos llevar por las formas de hablar de muchos “contertulianos y periodistas” porque no es oro todo lo que reluce… unos sólo tienen un pátina, otros ni eso… pero al salir en la tele… la gente sencilla tendemos a pensar que está bien dicho y lo repetimos hasta la saciedad convirtiéndolo en “esnobismo” cotidiano tonto y absurdo.
El lenguaje, las palabras, el tono... que empleamos habla de nosotros y nos define. ¿Por qué y para qué  esconderlo detrás de las palabras de otros?.

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