
Una de aquellas curiosidades, me
da muchísima pena no saber repetirla entera y literal, era una pequeña historia
en la que contaba cómo distinguir la procedencia geográfica de su interlocutor
fijándose únicamente en la utilización de los diminutivos.
Y allí comenzaba a desgranar su
historia y oíamos el mismo adjetivo de turno repetido una y otra vez:
pequeñilla, pequeñuca, chiqueteta, pequeñina, pequeñita, pequeñeja…y para
regocijo de todos nos dejaba adivinar de dónde era la persona con la que
simulaba hablar.
El buen oído de este sencillo
camionero le llevó a observar cómo las palabras más cotidianas, sin querer,
pueden delatarnos, definirnos, identificarnos…y nos invitaba al final de la
narración a prestar atención e ir por el mundo con los oídos bien abiertos para
no perdernos ningún detalle.
No cabe duda que el lenguaje es
una herramienta fantástica con la que comunicar, amar, reír, llorar y disfrutar
como en el ejemplo anterior… y sirve tanto para arreglar como para romper, para
pegar como para acariciar…pero como todo, tiene sus reglas y estas a su vez su
propio significado.
Ni soy lingüista ni académico de
la RAE, y por tanto no puedo dar una lección al respecto pero a veces escucho
hablar en los medios y me hace daño lo que oigo. No porque se utilicen tacos o
expresiones malsonantes, palabras son que cumplen su función y colocadas en el
sitio correcto…pueden dar prestancia y brillo al discurso, si no porque cada
vez oigo más emplear palabras y complementos de forma incorrecta.
De acuerdo en lo de que las
lenguas son elementos vivos y dinámicos, en incorporar palabras nuevas si no
existen para un nuevo concepto…pero popularizar expresiones incorrectas…
De esto también podríamos hablar
de geografía como decía el padre de mi amiga porque, por las expresiones
incorrectas también podríamos deducir de dónde puede ser una persona: confusión
de tiempos verbales en el norte, artículos en nombres propios por el este, omisión de sílabas por el sur…
Pero, lo que realmente me trae de
cabeza y ha dado origen a esta reflexión, es el “detrás mío, delante mío, al
lado mío…o detrás tuyo o delante suyo… por “el detrás de mí, delante de ti, a
mi lado…”. Qué gran instinto de propiedad o egocentrismo por nuestra parte al
creernos dueños del espacio que nos circunda…Sabía de la existencia de un
espacio psicológico de proximidad que conviene respetar y, que se considera
socialmente aceptado para que nuestro interlocutor no se sienta intimidado.
Pero, dejar un espacio no indica apropiación del mismo. Ya sé que lo que se
quiere decir: indicar un lugar…y además, veo lo que se dice: me pertenece, te
pertenece…
Y es que, este ejemplo, se sale
de la geografía. Será otro efecto más de la globalización…Se lo he oído decir a
muchos personas en televisión de diferentes lugares de procedencia. Lo oigo
cada vez más en mi provincia de origen, en mi pueblo y a los miembros de mi
familia… No me canso de corregirlo…aunque creo que no consigo mucho. Ya hasta
mis sobrinos pequeños se ríen de mí por lo pesada que me pongo.
Lo que quiero decir es que no
todo lo que se dice en la tele está dicho de forma gramaticalmente correcta o
empleado con corrección. Que no debemos dejarnos llevar por las formas de
hablar de muchos “contertulianos y periodistas” porque no es oro todo lo que
reluce… unos sólo tienen un pátina, otros ni eso… pero al salir en la tele… la
gente sencilla tendemos a pensar que está bien dicho y lo repetimos hasta la
saciedad convirtiéndolo en “esnobismo” cotidiano tonto y absurdo.
El lenguaje, las palabras, el tono... que empleamos habla de nosotros y nos define. ¿Por qué y para qué esconderlo detrás de las palabras de otros?.
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