viernes, 30 de diciembre de 2016

La palabra que se escapó

Hacer una palabra lleva su tiempo. No es tan fácil como pensamos. No.
 Es un proceso más o menos largo que depende en gran parte de la necesidad y la curiosidad de cada persona.
Primero tenemos que oírla muchas veces, al mismo tiempo que vamos intuyendo qué puede significar según el contexto y la situación donde la oigamos. Los más mayores y curiosos suelen abrevian este paso recurriendo al “libro de las palabras”.
Luego, la dejamos resonar en nuestra mente para, por último, pronunciarla suavemente como quien dice un secreto. Y…voilá¡, nació una palabra.
Parece lógico y de perogrullo: es el proceso simplificado que todos utilizamos en la construcción del lenguaje cuando somos pequeños.  Pero, a base de rutina y repetición lo olvidamos por que nuestro cerebro lo ha automatizado.
¿Alguna vez os habéis parado a contar las palabras que sabéis? Yo lo intenté y me cansé. Sabemos miles y miles de ellas. Aunque algunas son como las ropas de nuestro armario...las tenemos pero no las usamos.
La palabra en sí mismas…así sola… melocotón…chocolate…cuchufleta…es  poca cosa. Podemos pronunciar palabras de forma “enunciativa” como aprendimos en el colegio e incluso acompañarlas de otras para que la frase gane sabor…Pero, dónde en verdad se ve la grandeza y el poder de cada una de ellas es, cuando las decimos, conscientes de su significado, en el contexto preciso, con la intención determinada y..,e aquí el kit de la cuestión, las cargamos de la entonación adecuada.
La misma palabra puede ser un algodón de azúcar o una bomba atómica.
Había muchos dibujos para decorar la clase pero aquel día la señorita había elegido precisamente aquel. El suyo. El niño no cabía de gozo en sí  mismo y miraba con orgullo su obra de arte. Apenas podía contener la emoción mientras esperaba en el rincón a que Charo lo pusiera en el tablón de anuncios del pasillo.
Pasó otra persona mayor y se quedó mirando. Marcos seguía silencioso en el rincón y permanecía a la espera.
-          ¿Qué nos vas a poner esta vez para alegrarnos la vista, Charo?
-          Esto.
Marcos creyó por un instante tocar el cielo con la punta de los dedos. Se le infló el pecho de alegría y orgullo y, apenas podía contener las ganas de decir “lo he hecho yo” cuando...
-          ¡¡¡ESO!!!...
…sólo tres letras…
ESO: pronombre que indica distancia intermedia respecto a la persona que habla…
Una palabras que jamás hubiéramos imaginado, ni por su significado ni por su funcionalidad en una oración gramaticalmente correcta, pudiera llegar a ser tan terriblemente devastadora…
Lo que vino después… ya no importó. Ni alabanzas, ni elogios, ni caricias… Marcos no pudo oír más desde su maltrecho corazón.
En aquel momento, en aquel pasillo…quizás murió un Picasso, un Dalí y todo… por una palabra que se escapó.

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