A veces ser ama de casa acarrea
ciertos “peligros sociales “. Uno de ellos, y muy frecuente, es el de la
“desconexión con el mundo real”. Vamos viviendo parcelas de la vida en función
de la edad de nuestros hijos, centradas en cada una de las etapas de
crecimiento que nos toca vivir, y olvidamos ese otro mundo que está más allá de
la casa, la escuela y el parque.
Es verdad, vivir metidas en
“estos guisos”, tan centrados en el aquí y ahora, nos hace perder la
perspectiva global y dejamos de saber por dónde va el mundo que, para colmo, se
mueve a una velocidad vertiginosa. Cuando te quieres dar cuenta, el día que tu
hijo pequeño te dice: “no me acompañes a clase que me da vergüenza”, han pasado
12 años, se ha producido un cambio de gobierno, el teléfono fijo ha pasado a la
historia, internet es el mejor centro comercial y te comunicas con tus seres
queridos por Whatsapp…
Ponerte otra vez al día parece
algo imposible. No sabes por dónde comenzar… Quieres echar mano de tus
referencias y, te das cuenta que están más obsoletas que el teléfono de ruleta.
Ayer, por ejemplo, en la carnicería, escuché a otra ama de casa quejándose de
la miseria de salario que le ofrecían por un trabajillo extra por horas.
Ciertamente, hice un cálculo rápido, con los escasos datos de que disponía
(actividades extraescolares, clases de inglés, la hora de trabajo del técnico
de la caldera…) y, 6€… no era para tocar las castañuelas… eso ya se pagaba en
mi época por unas horas cuidando a niños por la noche… y me pregunté ¿a cómo
estará establecido que se paguen las horas?...
Animada por la curiosidad, al
llegar a casa, me conecté a internet y entré en la página de la Seguridad
Social para ver, tristemente, por dónde andaba el Salario Mínimo Interprofesional.
Tuve que mirarlo varias veces y visité otras páginas para verificar que, lo que
estaba viendo, era cierto, porque pensé que me había equivocado: ¡655,20€
mensuales…! Eso son 21,84€ al día y 2,73€ la hora… Si los 6€ de la señora de la
carnicería me parecieron irrisorios, esto… me está dando apuro incluso
escribirlo. No entiendo cómo a los señores del parlamento no se les cayó la
cara o el boli de vergüenza cuando
firmaron el Real Decreto que así lo establece. Pero esta es otra historia.
¡Bienvenida de vuelta al mundo
real!, me dije.
Se me había olvidado el encaje de bolillos que
hay que hacer para llegar a fin de mes
con el sueldo base… y, a veces con bastante menos. En mi casa, en los
últimos años, sólo ha entrado un sueldo pero, ha sido suficiente como para no
pasar estrecheces y llegar a fin de mes. Recuerdo aquello porque, desde la
adolescencia hasta el día de mi boda, unos 12 ó 13 años, trabajé como empleada
de hogar… “Ni agradecido ni pagado”… A duras penas conseguía mantenerme con el
salario que cobraba…
Y… ya, puesta a actualizar…,¿por
qué no comenzar por aquello en lo que primero
trabajé cuando era joven?... Los años
han pasado, ¡cuidado que ha girado la vida!… y en este campo… ¡no es para
lanzar cohetes! A nivel legislativo ha
habido avances, demasiado pocos, diría yo, pero... Ahora al menos, el salario de una empleada de hogar se equipara
con el Salario Mínimo Interprofesional, se reconocen derechos elementales del
Estatuto de los trabajadores, pueden tener contrato escrito, eso sí, si las
partes quieren… y Seguridad Social… también si las partes quieren… pero, se sigue, por ejemplo, sin tener derecho
a paro… y, continúa siendo el trabajo menos considerado…
A nivel social… los cambios van mucho
más lentos y la dignificación del sector… tardará en llegar. De esto sé
bastante más porque, en los parques, los patios de los colegios y en las
tiendas de barrio, tristemente, se habla sin ningún pudor y sin pensar quien
puede estar escuchando ni el daño que se puede hacer.
En estos lugares he oído
auténticas barbaridades y una gran discriminación de mujeres hacia mujeres. Os
baste como ejemplo los diferentes nombres que ciertas mujeres les dan a las que
trabajan en sus hogares haciendo lo que ellas no pueden, no quieren o no saben:
la criada, la sirvienta, la chacha, la que sirve, la doméstica, la chica, la
chica del servicio, la del servicio, mi chica, la asistenta, la tata, la del
servicio doméstico… unos con el “la” delante, que desvincula la relación y
marca la posición social, otros con el “mi”
en un intento de cercanía y falsa solidaridad fruto del enorme egocentrismo. No
hablemos ya de quienes despersonalizan el nombre y se limitan a llamarlas por
una de las prendas u objetos que utilizan…” la del mandil” o “la de la escoba”…”Mujer
contra mujer”.
Ni qué decir tiene los tonos que emplean y los comentarios que se hacen… ¡Vergonzoso! Si
a estás empleadoras se las tratase la mitad de mal que ellas tratan a sus
empleadas de hogar, hace tiempo que los medios de comunicación y asociaciones
feministas se hubieran hecho eco de los sucesos y lo hubieran denunciado. Pero…
Y, de todos los nombres
utilizados para llamarlas, el que me llegó a lo más hondo, rompiendo con todos
los eufemismos, más o menos agradables, que se han querido dar a lo largo de la historia para nombrar a las
personas que trabajan en este sector, tan cercano al de ama de casa (¡como si con un nombre se llegara a la dignificación!) fue
el de “las que friegan”… ¡Dios mío!... y dicho por otra mujer…
A lo que iba, al intentar ponerme
al día, descubrí que, en esta era de la velocidad, de la incorporación de la
mujer al mundo laboral (como si antes no hubiéramos trabajado), de la
conciliación de la vida laboral y familiar, de la lucha por la igualdad de las
mujeres y su dignificación en el empleo… la escoba sigue siendo escoba y quienes
la manejan… “las parias del empleo”.
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