viernes, 5 de enero de 2018

¡¡¡Un libro!!!

¡A mí, que se me confundían las letras en la cabeza y se me amontonaban los fonemas en la garganta, que me resultaba más que imposible aquella tarea tan tediosa de leer con la que me martirizaban día y noche en casa y en la escuela, y que no llegué a comprender hasta bien cumplidos los ocho años…! ¿Cómo se les pudo ocurrir a los Reyes Magos  tan desafortunado regalo para aquellas navidades? ¿Dónde estaba la muñeca que llevaba pidiendo desde que tenía recuerdo? Miraba atónica aquel extraño regalo que hacía girar en mis manos intentando descubrirle alguna gracia con el único propósito de contener las lágrimas de decepción que apuntaban por salir. 

¡¡¡Un libro!!!  ¡En qué carta habrían leído que lo que quería era un libro…! ¡Si dibujé bien clarito y a todo color la muñeca que quería…! ¿Se estarían riendo de mí? Además, ¡ni siquiera tenía unas bonitas ilustraciones con las que alegrar la vista y despertar la imaginación! ¿Querían decirme algo los reyes magos? Seguro que alguien les había contado que era la única niña de la clase que AÚN NO SABÍA LEER… ¡Malditos chismosos!

Conseguí a duras penas contener las lágrimas no fuera a ser que, los reyes, que lo ven todo, percibieran mi enfado y pensaran que era una desagradecida. Sólo hubiera faltado que, además del tan desafortunado regalo, por no ser capaz de contener el llanto, tuviera que soportar una reprimenda y las mofas de los otros niños…

Mi decepción, al ver los regalos de mis hermanos y amigos, fue en aumento y, no mermó un ápice los días siguientes a la noche de reyes aunque tuve buen cuidado de no manifestarlo. Paseaba y enseñaba con aparente orgullo aquel regalo que sólo parecía gustar a los adultos: “¡Mira qué bueno, un libro!, ¡Eso sí que es práctico y no tanto juguete!”...  ¡Pues quédatelo tú! Pensaba para mis adentros. ¿Cómo se juega con un libro? Mientras todos parecían disfrutar de sus juguetes yo no terminaba de encontrar el sentido práctico de aquel “telar” y de repetirme sin descanso: “¡Cómo pueden haber sido tan torpes los reyes…pero, SI NI SIQUIERA SÉ LEER!”. Confieso que lloré aquella noche y unas cuantas más.

Por supuesto la muñeca nunca llegó y los regalos que siguieron años después al libro, tampoco fueron como para hacerme bailar de agradecimiento y emoción pero, ninguno volvió a herirme tanto como aquel  estupendo libro de “Las fábulas de Esopo, Iriarte y Samaniego” (lo de estupendo lo digo ahora no vayáis a pensar…) Supongo que sus majestades se adaptaban al presupuesto que había… todo muy discutible.

Lo cierto fue que allí estaba aquel libro. ¡Mi primer libro!...el que tuvo que esperar meses hasta que comencé a poder silabear algunas palabras, más de un año para poder leer con soltura y toda una vida y más, para ir entendiendo los mensajes ocultos de las fábulas. Sí, llegué a aprenderme muchas de ellas de corridillo y era capaz de recitarlas hasta con soniquete pero, el misterio oculto quedó para la posteridad. Muchas de sus enseñanzas sobrevivieron en mi memoria al libro físico.

Y hoy interpreto  así una de aquellas fábulas de Iriarte: Nací pato y enseguida fui consciente de mi naturaleza. Sabía que podía nadar, que podía volar… y caminar. Ya de muy niña me movía con soltura y elegancia por el lago y, mi gracejo, no pudo por menos de llamar la atención de la escurridiza serpiente siempre escondida tras algún rostro cercano. La envidia la llevaba continuamente a menospreciar todos mis dones dejándome bien clarito desde la más tierna infancia lo poquita  cosa que era, lo nada que valía con respecto a los demás y a lo “cerquita” que iba a llegar.

Pero esa… mala víbora, no tuvo suficiente con dañar a un polluelo, si no que se fue apareciendo de muy diferentes maneras como compañera de clase, como profesor, como jefe…, siseándome continuamente  al oído y royéndome el cerebro como si de una rata se tratase a lo largo de mis muchas etapas: ¡Te creesss muy lisssstas! ¡Quien te creesss que eresss...!, picasss muy alto…, ¿de dónde creesss que has sssalido…?, ¿quién te va a apoyar…?, ¿quién te va a creer?, ¡como que ssssse van a fijar en ti…¡ … y yo, como niña primero, como adolescente después y más tarde como adulta fui permitiendo que sus palabras viperinas hicieran mella en mi naturaleza y quedé convertida en un pato de corral sin más perspectiva que la cotidiana lucha diaria por unos granos de maíz.

No señor Iriarte, los comentarios de la serpiente no son los correctos. El pato tenía razón: hay que ser agradecidos con “los dones que el cielo nos da” y, “lo importante y raro” es saber reconocer y aceptar cada uno nuestra naturaleza y sacarle el máximo partido.

…y cincuenta años… no es demasiado tarde para darse cuenta.

                        (Fábula de “El pato y la serpiente” Iriarte)

 Más vale saber una cosa bien que muchas mal. 
A orillas de un estanque, 
diciendo estaba un pato: 
«¿A qué animal dio el cielo 
los dones que me ha dado?
Soy de agua, tierra y aire:
cuando de andar me canso, 
si se me antoja, vuelo; 
si se me antoja, nado».
Una serpiente astuta, 
que le estaba escuchando,
le llamó con un silbo 
y le dijo «¡Seó guapo!
no hay que echar tantas plantas; 
pues ni anda como el gamo, 
ni vuela como el sacre,
ni nada como el barbo;
y así, tenga sabido 
que lo importante y raro 
no es entender de todo,
sino ser diestro en algo».

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